Convivencia común
A pesar de que en la actualidad hay tantos medios de encuentro, se sigue fomentando el alejamiento mutuo, como reflexiona el P. Gerardo López Vela, MG, al profundizar sobre la necesidad de una sana convivencia común.
Agosto 6, 2025
Autor: P. Gerardo López Vela, MG
El mundo nunca había tenido tantos medios para que los hombres se aproximaran y pudieran disfrutar de un encuentro como hoy, sin que la distancia sea un impedimento para la convivencia en común, pero las causas de la falta de relación con los demás no parecen ser un problema externo, sino, más bien, son una actitud anómala que paulatinamente se ha ido forjando en el ser de la gente.
Los motivos se encuentran en la historia reciente de la humanidad; precisando el periodo, parte de la Ilustración (siglos XVII-XVIII). En ella se generan los cambios radicales del pensamiento de las personas, con lo que en el orbe se invierten las cosas: la cosmovisión de un mundo teocéntrico gira hacia un antropocéntrico; el orden monárquico se muda por uno democrático; los derechos de las clases privilegiadas pasan a ser derecho de todos los ciudadanos; la fe pierde su centralidad y se manda a la esfera de lo privado, dejando su lugar a la ciencia, que se vuelve esencial, pública y dominante.
La tierra, como hoy se conoce, es la creatura gestada al finalizar la Edad Media. Ahora se le llama modernidad, y a sus gestores, los ilustrados, quienes vendieron la idea de que la nueva realidad por ellos propuesta iba a ser de abundancia e igualdad; ese fue el motivo de la Revolución Francesa, con su lema: “Fraternidad, igualdad y libertad”. Anunciaban el fin de la enfermedad, del dolor y el progreso en general, lo cual se conseguiría a través de la ciencia; en ella se encerraban los códigos para solucionar todos los males y las claves que activarían el desarrollo. Los derechos humanos se asegurarían con la construcción de instituciones del Estado, donde tendría lugar la democracia para asegurar beneficios a las minorías. Al individuo se le exaltaría porque en él radicaba el poder, él sería el elector y el factor decisivo de la nueva sociedad, sofocando lo comunitario; toda creencia o fe debería cancelarse de lo público, ya que es una rémora que nos mantiene anclados en el pasado y una señal de ignorancia y superstición.
La historia siguió su curso y, de ese ayer a la fecha, muchas cosas de esos buhoneros que ofrecían promesas quedaron en eso: la abundancia existe, ni duda cabe, ahora se produce tanto que parte del excedente se destruye para conservar los precios en beneficio de los acaparadores, pero la igualdad dio en el traste: pocos disfrutan exageradamente de todo, cuantiosos sufren escandalosamente por falta de mucho. La lucha contra las enfermedades se ha anotado varios triunfos, además de la creación de nuevas, que han surgido en el camino de los laboratorios buscando sus curas, y la dependencia de la gente de las farmacéuticas por malestares inventados; el dolor tiene paliativos, pero jamás desaparecerá, pues es una situación, para bien o para mal, de la condición humana, por lo que prometer acabar con él es un engaño.
El progreso es evidente: a diario aparece una novedad ingeniosa con su contraparte negativa, pues, cada uno de ellos, porta su antítesis; los derechos humanos son un ente en crecimiento, pero no han alcanzado a todos, porque su aplicación ha sido selectiva y manipulada. El Estado y la democracia, promesa de equidad, son una frágil estructura que hoy está siendo abordada por los piratas populistas y totalitarios con la anuencia de los electores que se han vendido callando su conciencia por unas cuan- tas monedas. El individualismo, que exalta lo individual sobre la comunitario, ha producido hombres arrogantes, soberbios, narcisistas y solitarios, en búsqueda de placer, consumo y cambio permanente. Se apostó a la ciencia como factótum de la vida; decían que solo ella daría la respuesta de todo, debido a que da certeza, ya que se basa en la prueba y el error, lo que la hace comprobable y verificable (¿realmente ha resuelto todo?), de ahí que la creencia y la fe resulten vacuas porque, ¿en cuál laboratorio realizan la comprobación de sus dichos?
Los facinerosos ilustrados se equivocaron al poner ciencia y fe en el mismo nivel, la materia que tiene una dimensión física es el objeto de las ciencias, pero también tiene una dimensión metafísica que es objetivo de la fe, por lo que ambas no están en contradicción, sino que se mueven en planos diferentes, no se estorban, se complementan, los cientificistas ilustrados las metieron en contradicción y crearon la ficción de un mundo vacío de trascendencia.
A este periodo de modernidad le sigue la posmodernidad, reacción negativa al fracaso de las ilusiones iluministas, donde los hombres se encuentran aislados y solitarios, entrampados en la navegación permanente de los medios electrónicos, engullendo y difundiendo opiniones y fake news como si fueran la verdad; piensan estar informados porque siguen a alguien o están obsesionados con el medio social del momento que los manipula; son superficiales y obstinados, jamás profundizan, hablan de todo y solamente huelen el barniz de las cosas, no conocen el esfuerzo del conocimiento, están convencidos de que se encuentran sumergidos en una inmensa comunidad de gente, aunque lo único que poseen es una gran lista de nombres y grupos en sus redes que en nada los compromete, pues tienen dificultad para establecer relaciones estables y sanas con comunidades de carne y hueso.
Anómalamente, se utilizan los medios para amplificar las diferencias, resaltar de manera estruendosa las diversidades; por miedo o incomprensión señalan, persiguen y lastiman lo diverso, destruyen personas, grupos y razas escondidos detrás de las pantallas, aprovechando los alegorismos que están diseñados para eso. Con un fin comercial, resaltan lo violento, lo instigoso, lo perverso de los hombres; sus creadores descubrieron esta búsqueda morbosa de las personas y la explotan, construyeron una trampa para hacerla lucro de las compañías. Esto explica los bullying y la masacre como la de los rohinyá en Myanmar. Frente a esta aberración existencial, el Papa tiene razón en pedir por la convivencia común.
Frente al alejamiento mutuo y previo a que nos destruyamos a “golpes de clics” de pantallas, encontrémonos cara a cara y conozcámonos, y así, mano con mano, construyamos un mundo común de armonía, justicia y paz donde haya respeto, tolerancia y caridad. Que nuestra oración se eleve para que se dé una sana convivencia común.
¡Apoye esta obra misionera y contribuya a llevar la Buena Nueva donde más se necesita! Contáctenos: Línea Misionera 800 00 58 100, de lunes a viernes de 8:30 a 18:00 horas, tiempo del centro.
Te podría interesar