Vida en común

Las celebraciones en la Sierra Tarahumara se viven con un amplio sentido de comunidad y armonía, como nos narra Elva Carrete Guillén, Misionera Laica Asociada a MG, de su experiencia con el pueblo rarámuri.

Agosto 29, 2025

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Autor: Elva Carrete Guillén, MLA en la Tarahumara



¡Hola Padrinos y Madrinas de Misioneros de Guadalupe (MG)! Soy Elva, Misionera Laica Asociada (MLA) a MG. El 2 de febrero de 2024 se abrió el Proyecto Misionero Laical en la Diócesis de Tarahumara y, desde entonces, con mucha alegría, me encuentro aquí compartiendo mi vida con el pueblo rarámuri y mestizo de la sierra.

Aquí, quieren mucho a la Warupa, que es como conocen a Nuestra Señora de Guadalupe; tuvimos la oportunidad de presenciarlo en diciembre: los sacerdotes, religiosas y misioneras nos distribuimos para acompañar a las comunidades en su fiesta. El pueblo rarámuri busca, a través de su vida religiosa, recuperar la armonía originaria de la creación y cooperar con Dios contra el mal que destruye la fraternidad, esto lo hacen por medio de sus fiestas. En este lugar, las fiestas patronales son muy diferentes. La celebración tiene un sentido muy especial, sobre todo porque se vive en comunidad, no es un rato, sino toda la noche, cuando se le acompaña en sus velaciones, en el orar con el baile, la danza, el matachín, el pascol. No utilizan una grabadora o sonido, sino guitarras y violines, en medio del frío de diciembre, que en la sierra es más fuerte.

Tuvimos una experiencia muy especial en la comunidad de Guteachi: fuimos a la fiesta de la Warupa y, por la noche, como a las 21:00 h, llegamos el padre Héctor, nuestro párroco, mis compañeras de Misión, Janeth, Brenda y yo; ya tenían su lumbre prendida afuera de su capilla, ya que en esta comunidad no tienen luz, por lo que utilizan velas en los marcos de las ventanas para alumbrar de manera muy tenue. Empezaron a bailar los matachines, se escuchaban las guitarras y los violines, y la fuerza de sus pasos. Se tocaron las campanas, siguió la Eucaristía, todos juntos en esa pequeña capilla donde el altar está sobre un tronco ancho de pino y en la pared está pegada una bandera de México y una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; los fiesteros ondeaban sus banderas. Al terminar, siguieron bailando los matachines, ¡bailaban todos!, mujeres, hombres, jóvenes y adultos, y era un deleite ver a los niños; eran como veinte, de diferentes tamaños.

Huguito, de cuatro años, seguía a su hermano Modesto, de seis añitos. ¡Todos con fuerza!, energía que le dan a la comunidad al tener la esperanza de que seguirán perseverando en sus tradiciones tan llenas de Dios y de vida; también nosotros bailamos con ellos; las chamarras empezaron a sobrar, el frío ya no se sentía tanto y experimentamos alegría en nuestro corazón, de esa que no se puede describir.

El Reino de Dios se vive incorporando a TODOS, como nos decía el Papa Francisco, incluyendo especialmente a los más frágiles, y se vive compartiendo en comunidad.



En su Carta Encíclica Fratelli Tutti, nos dijo: “La vida subsiste donde hay vínculo, comunión y fraternidad”. Hacer comunidad, hacer pueblo, es construir el Reino de Dios; es “aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad”; esto me lo enseña el pueblo rarámuri en el día a día. ¡Gracias a Dios y a nuestra hermosa Warupa por cada experiencia que nos permite vivir en Misión!

Si eres un joven profesionista y deseas ofrecer un tiempo de tu vida a las Misiones, como Elva, contáctanos para mayor información. ¡Únete a la misión!

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