¡Alabanza, honor, gloria y acción de gracias te sean dadas siempre, oh, Santísima Trinidad!
Dios todopoderoso y eterno, en unión con todos tus elegidos del cielo y de la tierra, te adoro, te amo, te alabo y te doy gracias por haberme conservado la vida hasta este momento; por haber entregado a tu Hijo unigénito a la muerte de cruz por mí y por mis pecados. Te doy gracias por haberme llamado a la fe católica à la vida misionera, por y a haberme perdonado tantas veces mis pecados, por haberme guardado durante esta noche bajo la vigilante y misericordiosa protección de tu providencia.
¿Qué podré darte a cambio de tantos beneficios tuyos? Recibe, al menos, todo mi amor y toda mi gratitud. De mí mismo nada tengo, nada puedo hacer digno de ti; mas, ya que por mediación de Jesús, mi redentor, puedo acercarme a ti, te ofrezco humildemente, en unión con Él y por su Sagrado Corazón, todo lo que soy: mi cuerpo, mis sentidos, las potencias todas de mi alma. Propongo firmemente, con tu ayuda, no pensar, hablar o hacer cosa alguna que sea indigna de un hijo tuyo, para servirte y para cooperar contigo en la evangelización de los no cristianos.
Ayúdame, Señor mío, a refrenar mis malas inclinaciones; guíame y sostenme en todos mis pasos. Que mis pensamientos, palabras y acciones sean todos ordenados a tu mayor gloria, mi propia santificación y bienestar de mis semejantes, siguiendo el camino de tus mandatos.
Padre nuestro... Ave María... y Credo...