El misionero: modelo de humildad y testimonio vivo de Jesús  

¿Cómo debe ser un misionero? El seminarista Juan Pablo Rangel Flores nos comparte una reflexión sobre el mandato misionero de Jesús a partir de la cita bíblica de Mateo 28, 19-20. 

Agosto 26, 2025

Autor: S. Juan Pablo Rangel Flores

Estimados Padrinos y Madrinas de nuestro Instituto, hoy quiero compartirles una reflexión basada en mi propia experiencia misionera como seminarista. Pero antes, quisiera comenzar con la siguiente pregunta: ¿cuál es nuestro concepto de ser misionero?

Casi siempre se cree que el misionero es simplemente alguien que viaja por distintos países, como un turista. O tenemos la idea errónea de que su labor se limita a predicar el Evangelio y enseñar. Sin embargo, el misionero va mucho más allá de estos aspectos. Un verdadero misionero es aquel que sigue el mandato que Jesús nos dejó: “Id, pues, haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros de que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).

Para comprender mejor esta cita bíblica, profundicemos en algunas de sus frases clave: “Vayan por todo el mundo”, “Prediquen el Evangelio a toda creatura”, “Enseñándoles a guardar lo que les he dicho” y “Sepan que yo estaré con ustedes todos los días”. La primera, “Vayan por todo el mundo”: muchas veces creemos que la Iglesia es solo una institución representada por los sacerdotes, obispos y el Papa. Sin embargo, la Iglesia somos todos, desde el Sumo Pontífice hasta el último de los bautizados. La segunda, “Prediquen el Evangelio a toda creatura”: este mandato nos recuerda el carácter universal de la Iglesia. Nadie debe ser excluido de la Buena Nueva; estamos llamados a abrir nuestro horizonte y nuestra vida a Dios. La tercera, “Enseñándoles a guardar todo lo que les he dicho”: no se trata solo de transmitir enseñanzas, sino de vivirlas en unidad, como lo proclamamos en el Credo: una, santa, católica y apostólica. La cuarta, “Sepan que yo estaré con ustedes todos los días”: Dios camina con su pueblo y nos garantiza su presencia en nuestra labor misionera.

En efecto, un verdadero misionero comprende que toda la Iglesia es misionera. No es una tarea exclusiva de algunos, sino de todos los que la formamos. Y, para que este mandato siga vivo, es fundamental la humildad. Si queremos que nuestros procesos de evangelización den fruto, debemos partir de la humildad. Ser misionero implica renuncias, no solo materiales, sino también personales, no vamos a imponer conocimientos, sino a aprender de las comunidades y compartir su vida cotidiana. Esto se enlaza con el testimonio porque hoy en día no basta con dar buenas reflexiones, sino que el testimonio habla más que una enseñanza catequética.

Desde mi propia experiencia misionera en la Amazonía del Perú, cuando estuve en el Curso de Espiritualidad y Pastoral (CESPA), cuyo segundo semestre se dedica al apostolado, tuve la oportunidad de ir a la comunidad de Barranquilla. Inicialmente, creía que iba a enseñar y compartir mi conocimiento, pero el Señor siempre me ha dejado sin palabras. Descubrí que ellos tenían una fe más viva que la mía. A través de su vida cotidiana y sus trabajos en el campo, agradecían a Dios por todo lo que recibían. Ellos hacían más vivo el mensaje de la Palabra de Dios porque la comprendían desde su sencillez.

Finalmente, queridos Padrinos y Madrinas, los invito a hacer misión en sus parroquias, hogares, trabajos, escuelas, etcétera. El título de “misionero” es de todos y para todos, porque todos somos Iglesia. Pero nunca olvidemos que el mensaje de Dios se predica con humildad y testimonio.

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