Religiosos, sacerdotes y laicos

Si bien el llamado de Dios es individual, muchas veces la vocación comienza en la familia, como señala Rosa María Guadalupe Becerril, quien nos invita a orar por los jóvenes con inquietudes sacerdotales, religiosas y misioneras.

Marzo 4, 2025

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Autor: Rosa María Guadalupe Becerril Gutiérrez, Promotora vocacional MLA



“Antes de formarte en el seno de tu madre,
ya te conocía; antes de que tú nacieras,
yo te consagré...” (Jer 1, 5).



Desde el inicio de los tiempos, Dios nos pensó y nos amó. Y nos ha llamado no solo a vivir, sino también a ser sus hijos en el Hijo y a dar fruto con la fuerza del Espíritu Santo. Además, nos consagró “para ser profetas de las naciones”, como señala la cita mencionada.

En esa dinámica a la que llamamos vocación, Él habla bajito a nuestro corazón y le pone anhelos de santidad que muchas veces no entendemos. “Nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”, dice san Agustín.

Hoy platicaremos sobre la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. En la oración por las vocaciones de san Juan XXIII, pedimos a Dios nos conceda “sacerdotes santos” y “religiosos amables e incansables”. Y es en la complementariedad de las vocaciones donde encontramos la sinodalidad, en ese entender que sacerdotes, religiosos y laicos somos, todos, ladrillos de la misma construcción y que cada uno es necesario para que la Iglesia esté completa y cumpla la misión para la que fue fundada.

Así, en la Iglesia, cuerpo místico de Jesús, los sacerdotes son “configurados a Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, para anunciar el Evangelio, apacentar el Pueblo de Dios y celebrar el culto divino, principalmente en el sacrificio del Señor”, como dice el Cardenal Robert Sarah.

Por su parte, los religiosos viven ofreciéndose por completo a Dios en respuesta a Su llamada de amor, mediante la vivencia radical del propio bautismo por la profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.

Y es en el seno de la familia donde en general nacen y se acompañan las vocaciones; es el ejemplo de papá y mamá lo que nos mueve a dar un servicio en la Iglesia, son las mamás y las abuelas quienes nos enseñan las primeras oraciones. Y en algunos casos, es también la familia quien puede desalentar una vocación naciente; el joven que se ha decidido a ver si el sacerdocio es su llamado, la chica o el chico que se sienten atraídos por la vida consagrada, muchas veces escuchan frases como: “¿Por qué quieres desperdiciar tu vida en un convento?”, “tienes una excelente carrera, eres muy buen profesionista, ¿por qué tirarlo todo por la borda para irte al seminario?” y otras similares.



Olvidamos que, cuando una chica o un joven sale de casa para seguir a Cristo, Él ocupa su lugar en la familia; no nos percatamos de la gran bendición que es seguir a Dios de esa manera. Papá y mamá, quiero invitarte a orar para que Dios ayude a tus hijos a reconocer Su voz en medio de otras voces que resuenan a su alrededor. Alienta su vocación, cualquiera que sea. Ama saberte y sentirte llamado y amado; y, desde el amor a tu propia vocación, impulsa la de tus hijos. Y, si en algún momento ves que la misión les atrae, ¡diles que se pongan en contacto con nosotros! Sería formidable que Dios le concediera anunciar Su Palabra en tierra de misión, ya sea como sacerdote o misionero laico. ¿Te gustaría vivir la experiencia de compartir tu fe con los que más la necesitan? Contáctanos: