Cuando Dios toca el corazón

La vocación sacerdotal puede surgir en cualquier momento y lugar. El seminarista Jesús Ángel Sánchez García nos cuenta sobre cómo fue su llamado y su experiencia de formación hacia el sacerdocio misionero.

Mayo 5, 2025

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Autor: S. Jesús Ángel Sánchez García



Hola Padrinos y Madrinas, espero que Dios mediante se encuentren con bien. Soy Jesús Ángel Sánchez García, tengo 18 años, originario de Teotihuacán, Edomex, y actualmente me encuentro en la etapa del Curso Introductorio al Seminario de Misiones (CISEMI), de Misioneros de Guadalupe (MG).

En esta ocasión, les contaré un poco sobre cómo surgió esta linda vocación. Recuerdo que tenía 10 años cuando me empezaba a llamar la atención todo lo relacionado a la Iglesia y poco a poco me fui enamorando más y más, y casi para culminar mis estudios de secundaria mis papás me preguntaron qué me gustaría estudiar o a qué podría dedicarme, a lo que respondí:

“Quiero ser sacerdote”; mis papás se sorprendieron y pensaron que esta idea desaparecería al pasar el tiempo.

A los 15 años, ingresé al grupo de liturgia y como catequista en mi parroquia. Ese momento en que Dios me permitió ejercer este servicio fue lo más lindo, ya que conocí a personas que apoyaron mi deseo vocacional cuando se los compartí, aunque también hubo algunos otros que me intentaban desanimar, pero a pesar de todo, no le di importancia, y a mis 17 años, gracias al párroco, fui nombrado acólito por un tiempo; mientras tanto, también era el primer mayordomo de mi comunidad (aquella persona que en los pueblos es encargada de organizar las fiestas patronales); haciendo hincapié en este punto, quiero comentar que estoy muy enamorado de mis tradiciones y costumbres, sobre todo, y lo digo orgullosamente, he sido danzante en bailes de moros y cristianos, y de sembradores.



Mi contacto con el seminario de los MG se dio en enero de 2024, gracias a las redes sociales (Facebook) y también por la necesidad de buscar un seminario con un carisma diferente a lo que estamos acostumbrados.

Al llegar a las instalaciones de esta bella comunidad, fui recibido por el P. Mauro Rodríguez Serrano, MG, y por el seminarista Diego, quienes se convertirían en piezas y apoyo fundamentales para el discernimiento de mi vocación. Después, comencé a asistir a los encuentros del Centro de Orientación Vocacional (COV); cabe mencionar que fue de las mejores experiencias que he tenido y que, gracias a todas las actividades que habían preparado para nosotros, pude darle el “sí” a Nuestro Señor.

Al culminar este periodo, fui al preseminario, que se llevó a cabo en Guadalajara, donde viví el hecho más importante de mi vida, que fue haber sido admitido como seminarista.

Invito a todos los jóvenes que estén leyendo este artículo a darle su “sí” al Señor; de verdad que no se arrepentirán, porque, desde que ingresé, puedo decir que han sido los mejores momentos y recuerdos de mi vida, y los atesoraré con mis hermanos seminaristas.

Me despido y quiero que sepan que están siempre en mis oraciones, y espero estar en las suyas. Reciban un gran abrazo y muchas bendiciones.

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