Por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa
Dar el “sí” al Señor es encontrar lo que es significativo en el mundo: nuestra relación con Dios y el servicio al prójimo, como lo comenta la Lic. Patricia Domínguez, Promotora vocacional del COV en la zona occidente.
Febrero 17, 2025

Autor: Lic. Patricia Domínguez, Promotora vocacional COV occidente
El caminar de cada hijo de Dios es incierto. Caminamos en búsqueda de Dios; sin saberlo, deseamos “algo” que nos haga sentir llenos, plenos, pero este mundo tan globalizado nos dice por todos los medios posibles: “Si quieres ser feliz, exitoso, popular, famoso, para eso están las redes sociales, la tecnología, el egoísmo, la individualidad, el consumismo...” todo suena de maravilla, pero eso sí, sin Dios. ¡Qué difícil es escuchar al Señor!; entre tanto ruido, se dispersa su voz.
En esta continua búsqueda, hay que encontrar lo que es significativo. El verdadero sentido no está en el mundo, sino en nuestra relación íntima con Dios.
“La historia de la humanidad está marcada por su incesante actividad de búsqueda... El hombre examina el cielo para comprender sus secretos y adivinar presagios, recorre los caminos del mundo en un intento de encontrar recursos para su vida y maravillas para contemplar, indaga sobre cada cosa, planteándose continuas preguntas”.¹
Ante la necesidad del hombre de ser escuchado y valorado, hay una voz que grita; esa voz que taladra el alma y es constante es la de Dios que no se cansa de llamar a hombres y mujeres para que sean sus manos, sus pies, su corazón al servicio del prójimo. Están los laicos, pero hay otros hombres y mujeres valientes, que, dejándolo todo, dijeron “sí”, como María.
Existen las dudas, los miedos, la incertidumbre propia de los jóvenes que han respondido al llamado que Jesús les ha hecho. Sin embargo, dichosos aquellos que han sido llamados por Cristo. Cuánta fe hay en quien responde a Dios en el ministerio sacerdotal y religioso, pues confían en Su palabra: “Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna” (Mt 19, 29). La vida sacerdotal y religiosa debe expresar y manifestar un amor inmenso por la Eucaristía, por las Sagradas Escrituras y por María Santísima, todo para el servicio del prójimo.
Tengo la bendición de tener, desde niña, una relación cercana con sacerdotes y religiosas, y no hay palabras para expresar lo que Dios, a través de sus siervos, logra en el corazón del hombre; cuando está dispuesto a ver a Dios, sentirlo y creerle, la vida tiene sentido y cambia. Dios obra en quienes le dijeron “sí” y simplemente hacen lo mismo que Jesús: anunciar y denunciar, dar a conocer al Padre, enseñar, evangelizar, llorar, reír y confiar en Dios. Cumplen con su deseo de que los apóstoles continuaran la labor que Él había comenzado.
Que todos los hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos o religiosas, sean bendecidos y guiados por el Espíritu Santo para continuar con la misión encomendada, que vean en el prójimo el rostro de Cristo, y nosotros, no nos cansemos de orar por su santidad y por el aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas.
¹ Pontificia Comisión Bíblica (Madrid, 2020). ¿Qué es el hombre?
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