Los Fieles Difuntos en Kenia
¿Cómo se conmemora a los Fieles Difuntos en Kenia? El P. Francisco Trujillo Zepeda, MG, reflexiona sobre cómo se honra la memoria de los seres queridos fallecidos.
Octubre 31, 2024

Autor: P. Francisco Trujillo Zepeda, MG
Queridos Padrinos y Madrinas, en este mes en el que recordamos a nuestros fieles difuntos, aquellos seres queridos que se han adelantado a la Casa Paterna, quisiera comentarles un poco sobre cómo se vive en la Misión de Kenia con relación a los que ya han partido.
Desde una raíz tradicional africana, el pueblo keniano ve a los difuntos de dos maneras: primero, los ancestros; son aquellos que han muerto y dejaron huella de amor, respeto y cercanía. Ellos viven en nuestro recuerdo, incluso los conmemoramos al ponerle su nombre a un bebé que llega, y se mantienen presentes por nuestras pláticas, donde se “reviven” esas enseñanzas que nos dejaron al irlas contando a las nuevas generaciones. Así, se honra su memoria entre nosotros.
La segunda manera, son los considerados “espíritus”, aquellos que han sido olvidados, ya sea porque no hay quien los recuerde o porque no actuaron correctamente en este mundo y se busca olvidarlos.
Esta noción de los difuntos es compartida por muchos de los grupos étnicos de Kenia y, al igual que sucedió en nuestro país, la fe, que se ha inculturado, ha ayudado a moldear una nueva concepción de la muerte.
Anteriormente, en las culturas donde nos encontramos los Misioneros de Guadalupe, antes de que la fe se encarnara en esos pueblos, la muerte se veía como un paso o en ocasiones como un “tabú”. No les gustaba hablar de ella y, cuando alguien fallecía, necesitaban “disponer” del cuerpo lo antes posible. No porque fuese para deshonrar al difunto, sino porque el tránsito final se consideraba doloroso y era mejor apurarlo, siempre manteniendo el recuerdo de su vida; al final, el ser querido estaría entre nosotros en espíritu y su cuerpo regresaba a la naturaleza. Un ejemplo es la cultura maasai, donde no enterraban a sus muertos, sino que, incluso antes de que la persona falleciera, llevaban al moribundo afuera, lejos de la manyata (conjunto de bomas –casitas– donde viven), para que, al morir, el cuerpo fuera devorado por los animales salvajes, como las hienas. Otro ejemplo son los turkana; cuando alguien estaba por fallecer, empezaban a cavar la fosa donde iba a ser enterrado, para que fuera lo antes posible.
En la actualidad, ha habido muchos cambios en cuanto a los ritos funerarios. Todavía hay pequeñas aldeas donde es imposible tardarse en hacer el funeral porque no cuentan con medios para preservar los cuerpos, pero sí buscan organizarse para honrar al difunto y enterrarlo al día siguiente (a más tardar), no sin antes celebrar la Eucaristía de cuerpo presente y hacer cantos y danzas, además de los discursos de personas que conocieron al finado e invitar a líderes de otras denominaciones cristianas a compartir un momento de oración por el difunto.
En ambientes urbanos, es un poco diferente. Es muy importante que los funerales sean en el lugar de procedencia. Quienes se han trasladado a ciudades en busca de una mejor vida, una vez fallecidos, son llevados a la comunidad de origen para ser sepultados en el terreno donde está su casa paterna, por lo que no es común encontrar cementerios en la parte rural de Kenia. Para organizar estos funerales donde se ha de honrar la memoria del difunto, a veces se llevan semanas, debido a los traslados. Por ejemplo, rentan un medio de transporte para acudir todos, incluyendo el ataúd, que se coloca en la parte de arriba con las demás provisiones. Tratan de reunir a los familiares, organizan harambes (recolecciones de fondos) entre familia y amigos, y una vez que tienen todo, hacen el funeral, que dura varios días y se convierte en una verdadera fiesta, donde se celebra la Eucaristía, hay discursos de quienes conocieron al difunto, se hace oración, hay cantos y danzas. Se vuelven puntos de reencuentro entre las familias. Un hecho que nos causa extrañeza cuando llegamos a Kenia y participamos de un funeral, es que se toman fotos, por grupos, con el féretro del difunto; pasan la familia, los amigos, los de la pequeña comunidad de base y así sucesivamente.
En este mes, que celebramos a nuestros fieles difuntos, no nos olvidemos de nuestros “ancestros”, en especial, de todo el amor que nos dieron y de aquellas enseñanzas que nos compartieron. Que su recuerdo de fe nos aliente a ser mejores y que un día, por nuestras buenas obras, el Señor nos conceda volver a reunirnos con ellos en el cielo.
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