Por las familias en crisis

Miriam Silva Cruz, MLA en la Misión de Guatemala, nos relata cómo a pesar de la modernidad, que va en contra las tradiciones culturales ch’orti’, las familias luchan por continuar unidas y apoyarse como comunidad.

Marzo 31, 2025

Imagen de Portada

Autor: Miriam Silva Cruz, MLA en la Misión de Guatemala



Padrinos y Madrinas, me siento contenta de saludarlos y escribirles desde la Misión de Guatemala.

Es importante que protejamos a las familias, ya que la globalización, la modernidad y el progreso las están atacando, como analiza el Papa Francisco en sus encíclicas, provocando efectos en diferentes dimensiones.

Las familias de las aldeas indígenas ch’orti’, por más lejanas que estén de la “modernidad”, no escapan de la globalización. Los jóvenes cambian las conversaciones con sus familias por los celulares y redes sociales, modifican su manera de vestir, sin saber que el costo de su vestimenta típica es superior a cualquier prenda, tanto por su valor económico como por su peso cultural; asimismo, transforman su dialecto por el castellano, debido a que son discriminados, existiendo una crisis de identidad cultural y familiar. Los ancianos piensan más conservadoramente y res guardan las costumbres, los adultos oscilan entre lo tradicional y lo moderno, y los jóvenes y niños, en definitiva, son agentes de la globalización.

El progreso “tiene repercusiones en los lugares más pobres” (Papa Francisco, LS 51) y como tienen que buscar la forma de mejorar su calidad de vida, deben migrar a los Estados Unidos para conseguir una “mejor vida” y ayudar a sus familias; entonces, el distanciamiento y la influencia de otra cultura van acabando con la riqueza de la cultura ch’orti’. Lo maravilloso es que, a pesar de ello, en donde quiera que estén, siempre mantienen la unión familiar y con su comunidad, pues el beneficio económico no solo lo reciben ellos, sino también la aldea, ya que parte de su cosmovisión es que todos pertenecen a una gran familia, por eso, entre todos se llaman: “hermanos”. Puedo asegurar que convivir con ellos me hace sentir parte de una gran familia, de una misma Iglesia.



Esta experiencia me hace recordar el documento del Papa san Juan Pablo II, Familiaris Consortio (1981), el cual señala que, a pesar de las dificultades en las que se encuentran las familias, como las de las aldeas ch’orti’, siempre se mantiene el sentido de pertenencia, las ganas de seguir formando a las nuevas generaciones en la fe, procurando tener los sacramentos para que la bendición de Dios nunca falte, y, sobre todo, el respeto a la vida. Sobre la ideología de género y la agenda abortista, se puede observar que ellos, desde su libre albedrío, eligen la vida y la familia como la opción que les hace estar en paz con el Creador, pues es un Dios de vida. Quizá les falte formación cristiana y humana; sin embargo, nos ponen el ejemplo para defender a la célula más importante de nuestra Iglesia: la familia. Recordemos que el ataque y defensa de la familia tiene varios años en el plano público, desde el documento Humanae Vitae del Papa Pablo VI, que alcanza a predecir las consecuencias que vivimos por no defender a la familia ni a la vida desde su inicio.

En la realidad de México y en muchos lugares, vemos que entre la diversidad de familias se llegan a perder valores, uno es el sentido de pertenencia; considero que esto es muy riesgoso para la salud mental, ya que no hay rumbo, meta individual o familiar; gana el individualismo, las personalidades se van moldeando conforme a la sociedad. Lo más angustiante que le puede pasar a una persona es “no saber quién es”, pues las bases siempre vienen de la familia, los valores, las creencias, los gustos y los disgustos, que surgen del convivio cercano y auténtico con papá, mamá, hermanos, etcétera. Por eso, cuando hay ausencias, también hay carencias. Jesús, viene a llenar esas ausencias, y si en algún momento no sabes quién eres, eres un hijo(a) muy amado(a) por Dios, hermano(a) del Salvador del mundo, y eres parte de una gran familia católica.

Usted puede llevar el Evangelio a donde más se necesita, ¡apoye a las Misiones! Contáctenos en la Línea Misionera 800 00 58 100, de lunes a viernes, de 8:30 a 18:00 horas.