Queremos sanar, nuestra tierra quiere sanar

Busquemos acciones concretas para el cuidado de la tierra, como nos comenta, desde la Misión de Kenia, el P. Santiago Rodríguez Serrano, MG.

Autor: P. Santiago Rodríguez Serrano, MG

 

Una de las actividades y experiencias usuales de la vida sacerdotal es el encuentro con los enfermos. Con frecuencia, después de la misa, algunas personas se acercan y me dicen: “Padre, ore por mí porque estoy enfermo; ore por mi hijo, mi hija, mi papá, mi mamá, mi familiar que está enfermo”.

 

Rezo por ellos y, cuando hay oportunidad, les recuerdo que la debilidad nos hace robustecer nuestra fe para ir en la búsqueda de Dios. Somos frágiles, no solo en la salud, sino ante las pruebas y en diferentes aspectos de nuestra vida, pero, si en esa condición somos capaces de buscar a Dios, entonces lograremos encontrar fortaleza y esperanza para enfrentar cada reto y colaborar con nuestra acción a obtener la salud y el bienestar que deseamos.

 

Estando en una semana de misión en una de las comunidades maasai, en la Parroquia del Buen Pastor, el catequista me pidió visitar a algunos enfermos a las casas; por las actividades ya programadas, al principio le dije que no sería posible ir con todos; él me respondió: “Tenemos que hacer un esfuerzo, pues son nuestros cristianos, confían en Dios y saben que la visita del sacerdote fortalecerá su fe para superar la angustia que les causa la enfermedad”.

 

Durante la semana, visitamos a varios enfermos, oramos por ellos y en la mayoría se notaba ese rostro de gratitud; muchos decían: “Queremos sanar y la presencia de Dios nos ayudará a recuperar la salud pronto”. Con algunos reflexionaba sobre que el proceso de sanación es compartido: la ciencia y los médicos hacían su parte, la presencia y fortaleza de Dios hacía su parte, pero cada uno debía contribuir con una buena actitud, con su esperanza y deseo de sanar.

 

 

Esta experiencia me llevó a recordar que, como Iglesia, hay muchos ámbitos donde tenemos que hacer presente esa promesa de sanación: en las relaciones familiares, en los ámbitos sociales y desde luego, en el clamor de nuestra madre Tierra. Desde que el Papa Francisco publicó su carta encíclica Laudato si, como cristianos hemos entendido que nuestra casa común necesita un intenso cuidado y, como habitantes de ella, necesitamos cuidarnos unos a otros. Así como somos frágiles ante la enfermedad, así lo es nuestra casa común, por eso debemos estar atentos a su clamor. Como en el proceso de la enfermedad, donde cada uno contribuye a lograr el bienestar, así, en la sanación de nuestra casa común, todos debemos actuar: la ciencia, ayudando a tener mayores cuidados de la Tierra; Dios, moviendo nuestras conciencias para valorar su Creación, y la Iglesia, buscando acciones concretas que procuren el uso responsable de la naturaleza que Dios nos ha regalado.

 

Estimados Padrinos y Madrinas, que, como Misioneros de Guadalupe, seamos capaces de atender el clamor de los más necesitados, a los enfermos y a nuestra madre Tierra, que nos invitan a orar, pero, además, a ser partícipes de acciones que nos comprometan a hacer realidad nuestra vida de fe, nuestra vida de discípulos y misioneros.

 

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