Por el cuidado pastoral de los enfermos

Todos, agentes sanitarios, familiares y cristianos en general, debemos asumir con amor y fe el cuidado de los enfermos, como lo comenta el P. Jaime Palma Cuacuamoxtla, MG, desde la Misión de Corea del Sur.

Autor: P. Jaime Palma Cuacuamoxtla, MG

 

En mis primeros años de seminario, estudiando la preparatoria, recuerdo que visité un lugar muy especial en el pueblito de Santa María, cerca del seminario, ahí vivían unas personas enfermas de lepra.

 

Me sorprendió la alegría con la que nos recibieron los enfermos, así como su limpieza personal y la del lugar.

 

Claramente, se podía ver su rostro desfigurado y los dedos de sus manos incompletos a consecuencia de la enfermedad.

 

Recuerdo que uno de ellos, durante la plática, con lágrimas en los ojos, dijo que sus familiares y amigos se habían olvidado de él a causa de su padecimiento, pero había encontrado una nueva familia en sus compañeros enfermos y en las personas que los atendían y acompañaban.

 

Ha pasado el tiempo y ahora estoy en la Misión de Corea del Sur, como capellán en un sanatorio. Cuando inició la pandemia, tenía varios años trabajando en un nosocomio no católico en la ciudad de Seúl y un año después, me encuentro en un hospital católico en la ciudad de Sunchon.

 

El cuidado pastoral o atención a los enfermos es una responsabilidad de todo cristiano; se descubre en el mandato misionero de Jesús dado a sus discípulos: “Vayan y anuncien el Evangelio, curen a los enfermos” (Lc 9, 2; Mc 16, 15. 18).

 

Jesús entregó a la Iglesia su poder de curar; así, en los Hechos de los Apóstoles encontramos la narración de las curaciones hechas por Pedro y Pablo (Hch 3, 4-8; Hch 14, 8-11).

 

La Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (2017), dice que la actividad de los agentes sanitarios es, fundamentalmente, un servicio a la vida y a la salud. Ellos son, entre otros: médicos, farmacéuticos, enfermeras, técnicos, capellanes, religiosos, religiosas,

personal de administración, responsables de las políticas nacionales e internacionales e innumerables voluntarios. “Su profesión les exige ser custodios y servidores de la vida humana” con una sincera actitud de compasión, de entrega y amor al prójimo. Esta actividad es prolongación y realización de la caridad de Cristo, que “pasó haciendo el bien y curando a todos” (Hch 10, 38).

 

El hospital es un lugar privilegiado para realizar la misión que Jesús confió a sus discípulos de “anunciar y curar” a toda la gente, sin distinción de clase social, profesión, religión y nacionalidad.

 

 

De entre los enfermos bautizados, hay quien lleva una vida de fe muy cercana a Dios, piden recibir los sacramentos de Confesión y Unción, participan en la Eucaristía y, con rosario en mano, se pueden ver en su cama o caminando en los pasillos, haciendo oración.

 

Otros, después de tres, cinco, 10 o 30 años de vivir alejados, encuentran en el hospital una nueva oportunidad para reconciliarse con Dios y disfrutar de su infinita misericordia.

 

Y ahí están los agentes sanitarios, con su cercanía y presencia, como testigos de la caridad de Dios. Y como dice el Papa Francisco: “Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo”, en cada enfermo. “Por lo tanto, médicos y enfermeros, sacerdotes, consagrados y voluntarios, familiares y todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos, participan en esta misión eclesial”.

 

Por eso, también nos damos a la tarea de atender al personal médico y de administración a través de la Eucaristía, el retiro espiritual, la peregrinación al Santuario de Mártires, la formación cristiana y la preparación para recibir el Bautismo.

 

Me pregunto, ¿cómo estás? Aprovechemos este momento para darle gracias a Dios por tantas bendiciones. ¿Estás viviendo situaciones muy difíciles de salud? Desde aquí mis oraciones contigo, Dios está con nosotros y atenderá nuestro ruego. Unidos en oración “para que todos tengan vida”.

 

“Hija, tu fe te ha salvado; no temas, solo ten fe”

(Mc 5, 34. 36b).

 

 

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