Atabo: una vocación de servicio

El P. Víctor Piñón Salinas, MG, nos relata cómo es la vida de Verónica Atabo, una mujer turkana que mantiene viva su fe a pesar de las adversidades en estas tierras africanas.
fotografía con comunidad de turkana con el P. Victor

Autor: P. Víctor Piñón Salinas, MG

 

La esposa

Verónica Atabo es una mujer turkana de mediana edad; segunda esposa dentro de un matrimonio tradicional turkano, lo cual es legítimo, culturalmente hablando, dentro de las tribus pastoralistas del continente africano.

 

La madre

Viviendo prácticamente como madre soltera, se ha dedicado a sostener y educar a sus hijos; ninguno ha carecido de la educación básica, a pesar de que ella sí fue privada de los estudios.

 

La educación en Kenia no es gratuita; en todas las escuelas,  incluso en las públicas, se deben pagar cuotas por la instrucción académica, y por pequeñas que éstas sean, es una verdadera proeza mantener a seis hijos en la escuela; aunque debo decir que, muchas veces, Atabo lo logró gracias a la buena voluntad y generosidad de algunos bienhechores; sin embargo, ella ha sido el pilar fundamental para sostenerlos y educarlos.

 

La situación de conflicto que viven los turkana con su tribu vecina (los pokot), hace heroica, por así decirlo, la labor de esta mujer, pues todo su patrimonio, que se reducía a un pequeño rebaño de cabras, fue saqueado por los pokot, dejándola, como a muchas otras familias, casi en la miseria. Esto, no ha logrado que se doblegue ante la adversidad, ni que decaiga su ánimo y fe en Dios.

 

 

 

La mujer de Iglesia

Si hay una mujer entusiasta y alegre en las celebraciones litúrgicas de la Parroquia de Todos Santos en Kainuk, Kenia, es Verónica, quien se distingue por su participación y liderazgo de entre los demás fieles, más aún, en las actividades extralitúrgicas que se desarrollan en la parroquia, como la conserjería de la escuela Santa Rosa de Lima y la distribución de agua; ella siempre está al frente.

 

¿De dónde saca tiempo?, ¿de dónde provienen sus fuerzas? Sólo Dios sabe, pero con mucha humildad y discreción, desempeña todas estas tareas.

 

Para concluir, debo decir que, a pesar de ser una mujer iletrada, se entrega y está en favor de la educación, de la evangelización y de la integración de la comunidad turkana.

 

Dios bendiga a las mujeres que, como Verónica, son testimonio de la presencia de Dios en medio de su pueblo.

 

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