El sufrimiento es una llamada al amor

Sor Saviera Mannara, hermana de las Hijas de Santa María de Leuca, nos comparte cómo en el sufrimiento y cuidados de un pequeño con cáncer terminal, puede verse la presencia de Cristo.

Autor: Sor Saviera Mannara, Hijas de Santa María de Leuca, Santander, España.

 

Mi experiencia como religiosa se vio enormemente enriquecida por la actitud de numerosas familias, por la entereza de tantas madres y padres ante el sufrimiento de sus hijos. El solícito e incansable cuidado que les prestaban, su fortaleza ante las peores adversidades, su aceptación y su ánimo.

 

Sus testimonios, las palabras de agradecimiento que dirigían a los miembros del servicio sanitario, me hizo comprobar mi misión como un signo, una ayuda cercana, no una presencia regulada, como nos dice el Papa san Juan Pablo II: “el sufrimiento es una llamada a la conversión y es una llamada al amor. Una llamada misteriosa a amar más, a participar del amor infinito de Dios por la humanidad”.

 

He trabajado muchos años en el hospital infantil de Barcelona, con niños de 0 a 18 años.

 

Han pasado muchos niños enfermos terminales, cada uno con sus características y dificultades, y han sido situaciones muy duras. Ver a un niño y a sus padres sufrir es algo difícil y, al mismo tiempo, muy entrañable, por la entereza que muestran frente al sufrimiento.

 

Entre estos niños, voy a compartirles, a manera de testimonio, aquello que tocó mi corazón. Un niño, llamado Javier, de 14 años, con cáncer terminal. Siempre apreciaban

mi visita su abuelo, los padres y, por supuesto, el niño; incluso el abuelo nos contaba chistes.

 

Ver a Javier en la cama era como ver a Cristo sufriente, siempre muy sonriente esperando que fuera a verle. Acostumbraba besarle los pies en cada visita. Él me hablaba de sus aficiones (fútbol y pintar), pero nunca se quejaba de su mal. Para él, todo estaba bien.

 

El día de mi santo, incluso, me regaló un dibujo suyo. Su madre, estando su abuelo con el niño, bajaba a la capilla y se quedaba mucho rato delante del crucifijo. Después de un largo sufrimiento, Javier murió. Los padres, pasados unos días, vinieron a verme, con una vela de obsequio, como recuerdo de Javier.

 

 

 

La vida es un don de Dios. Si queremos dar sentido a la enfermedad y a la muerte, debemos tomar seriamente la vida.

 

El que realmente ama la vida está preparado para el tema del sufrimiento y de la muerte, no vive con angustia.

 

Jesús nos dice: “no temáis”, aprended a vivir, gozad la vida porque ella es bella, porque es un don, porque es gracia de Dios; basta comprometerse. La vida es un libro que es necesario abrir cada día, es un canto y cada uno de nosotros debe entonar su nota.

 

La actividad de los profesionales de la salud tiene un elevado valor de servicio a la vida. Es la expresión de un compromiso profundamente humano y, para muchos profesionales, su actividad debe ser una forma de testimonio cristiano. Servir a la vida es servir a Dios en el hombre. Sí, a la vida como valor, como don; canto a la vida, proclamación del evangelio de la vida, pero, ante todo, para anunciar la vida, celebrar la vida, comprometerse a servir la vida. (Id y Curad enfermos, de Mons. José Luis Redrado, 2022. Ed. San Pablo, p. 203).

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