Experiencia vocacional

¿Todos los llamados son iguales? El seminarista Sergio Alberto Soto Villanueva nos comparte cómo fue el comienzo de su inquietud vocacional, que fue guiándolo hasta la formación sacerdotal misionera.
Experiencia vocacional S. Sergio

Autor: S. Sergio Alberto Soto Villanueva

 

Hola, qué tal estimados lectores de la revista Almas, mi nombre es Sergio Alberto Soto Villanueva, originario de Dolores Hidalgo, Guanajuato; tengo 20 años y actualmente curso el primer año de Filosofía o etapa discipular en el Seminario Mayor de Misiones Extranjeras.

 

Les hablaré sobre mi vocación y cómo han sido estos últimos años de caminar misionero; he de decir que no descubrí mi llamado ni inicié mi formación sacerdotal con los Misioneros de Guadalupe, sino que fue en el seminario diocesano de mi natal Diócesis de Celaya donde comencé a discernir esta inquietud por la vida sacerdotal.

 

Quisiera comentar que desde pequeño opté por este camino: tenía 14 años y estaba por terminar la secundaria, tal vez no era capaz de asimilar a lo que me enfrentaba; a pesar de eso, solo una cosa me mantenía firme en la decisión tomada: la idea de querer ser sacerdote.

 

 

Poco antes de finalizar el último año de secundaria, dos sacerdotes, el P. Antonio Gonzáles Morales y el P. Carlos Martínez Oviedo, encargados de la pastoral vocacional del seminario diocesano (quienes influyeron para que entrara al seminario), fueron invitados por los directivos de la escuela a impartir una charla sobre la importancia de tener un proyecto de vida para tomar buenas decisiones respecto de nuestra carrera o futuro. Me llamó mucho la atención que fueran dos sacerdotes quienes lo hicieran.

 

Terminando, uno de ellos nos invitó a participar de un preseminario navideño en el seminario menor; muchos nos interesamos, pero, al final, solo yo asistí. Al llegar a casa, la primera persona a la que le platiqué sobre mi curiosidad por conocer el seminario fue a mi mamá, quien me apoyó y animó a seguir con la idea.

 

Llegando la fecha de inicio, con miedo y angustia, dejé mi casa, familia y amigos para vivir esta experiencia que, sin duda, me marcaría para siempre; conocí a grandes sacerdotes y jóvenes con la misma inquietud, la cual compartimos y fortalecimos en la formación.

 

Lo que viví me llenó de ilusión y ánimo; tenía miedo de responderle al Señor, pues eso significaba dejar mi hogar y todo a lo que estaba acostumbrado, era una decisión difícil, pero me di cuenta de que realmente valía la pena dejar todo por abrazar esta nueva vida; al final, la recompensa es eterna, dicen algunos. Terminé la etapa del seminario menor en mi diócesis, después me incorporé al Curso Introductorio del Seminario de Misiones para ingresar al Seminario Mayor, donde continúo con mis estudios.

 

La llamada de Dios siempre es un misterio, algo que jamás podremos entender; a algunos los llama de manera tan clara y precisa que a los que llama tan sencillamente nos queda la duda de si en verdad fuimos llamados por Él.

 

No hay medida para la gracia, lo mismo que no hay un llamado igual al tuyo; a cada uno nos llama Dios tan singular y únicamente, que no hay por qué cuestionarnos si somos llamados o no; es algo que poco a poco vamos discerniendo.

 

A ti, ¿te gustaría responder al llamado de Dios pero no sabes cómo? Contáctanos para descubrir juntos tu misión:

 

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