Experimentando el amor de Dios en la Misión

La experiencia misionera se va construyendo con el acompañamiento a las comunidades y el compartir el testimonio de Cristo, como nos relata el seminarista Jorge Humberto Medina Llamas, desde la Misión de la Amazonía, en Pebas, Perú.

Autor: S. Jorge Humberto Medina Llamas

 

Hola, Padrinos y Madrinas de Misioneros de Guadalupe (MG), mi nombre es Jorge Humberto Medina Llamas, de Aguascalientes; actualmente, estoy en una experiencia en la Misión de la Amazonía, en una comunidad llamada Pebas, en Perú, ubicada en una de las ramas naturales del río Amazonas.

 

Dentro de esta experiencia de misión, estamos trabajando en la Parroquia de la Inmaculada Concepción. Pebas es conocida como “tierra de amor” y es curioso porque esta región fue fundada y evangelizada en la unión de cuatro tribus diferentes: huitoto, ocaina, yaguas y boras, que de la mano de Dios han encontrado armonía y unión.

 

En esta Misión he experimentado el amor de Dios a través de su creación, pues la belleza de la selva y del río es perfecta, como su Creador; aquí se observa el equilibrio del ecosistema, las personas viven de los peces del río y de los frutos de la tierra, por lo que respetan y cuidan el medio ambiente; algunos indígenas creen que los espíritus de la naturaleza también los cuidan a ellos. Como misioneros, descubrimos que estas comunidades del Amazonas son conscientes del amor infinito de Dios plasmado en la naturaleza. Nosotros tenemos la tarea de mostrarles a ese amor, que es Jesucristo, y lo hacemos viviendo y compartiendo con la comunidad, como testigos de ese afecto.

 

Dentro de mi servicio pastoral, acompaño a los monaguillos y la catequesis infantil, estrechando lazos con ellos y con sus familias; ellos ven en la iglesia un refugio y una gran casa en común, como dice el Papa Francisco en su exhortación Querida Amazonia.

 

Desde mi experiencia, el reto personal es mostrar, educar y enseñar a un Jesús vivo, y lo he logrado por medio de dos grandes pasiones en mi vida: en primer lugar, evangelizando en la persona de Jesús y la Eucaristía, y en segundo, a través del fútbol, ya que este deporte es uno de los pilares fundamentales en Pebas y en el propio Perú.

 

En la fiesta patronal, los monaguillos quisieron competir en el torneo de fútbol siete, representando a la parroquia, eso me demostró que su trabajo y servicio ha tenido como fruto su propia identificación con su iglesia y con Cristo. Es descubrir cada día al Dios vivo presente en cada uno de nuestros hermanos y la huella que como misionero quisiera dejar: la imagen de un Dios de amor y misericordia.

 

 

A la juventud pebana de la parroquia le gusta participar, estar siempre activa, son los primeros en gritar y demostrar su amor por Jesucristo, y han sido muy amables y serviciales con nosotros, son los últimos en irse de la iglesia después de la santa misa. Por todo ello, descubro que Dios tiene siempre un regalo para los misioneros; es cierto, el misionero deja su propia familia, pero Dios le entrega una familia más grande: la iglesia, y en mi caminar vocacional siempre encuentro a Dios por medio de su amor en cada uno de sus hijos y su creación.

 

Queridos Padrinos y Madrinas, quiero agradecerles de todo corazón lo que ustedes realizan por las Misiones; el mismo Dios que se nos presenta con un rostro amazónico, coreano, africano o mexicano, es quien nos muestra su amor a través de ustedes. Gracias porque también son misioneros con nosotros y están siempre presentes en nuestras oraciones, que Dios los bendiga.

 

¡Contribuya con la obra misionera de México para el mundo! Contáctenos y únase a las Misiones: Línea Misionera 800 00 58 100, de lunes a viernes, de 8:30 a 18:00 horas, tiempo del centro de México.

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