Mi vocación en las manos de la Señora de la Gracia

Las vocaciones sacerdotales también son impulsadas por la devoción a la Virgen María, como nos comparte en su testimonio el S. Luis Abigael Gómez Morales.
Mi vocación en las manos de la Señora de la Gracia

Autor: S. Luis Abigael Gómez Morales

 

Mi inquietud de acercarme a Dios comenzó a mis 12 años, cuando mi abuela paterna falleció, el 27 de marzo de 2005; una semana después también fue llamado a la Casa del Padre el Papa, san Juan Pablo II, a quien sigo admirando por su cercanía con la gente. Mi abuela era como una madre, me quería mucho y consentía demasiado; su partida, junto con el fallecimiento del Papa, fueron los sucesos que me hicieron preguntarme respecto de mi vida y la misión para la que había nacido.

 

Después de la muerte de mi abuela, me propuse oír misa como lo hacía con ella, me preparé en la catequesis para recibir los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación; al mismo tiempo, inundaban la televisión muchas noticias sobre la vida de san Juan Pablo II, todo esto me movió para acercarme más a Dios y entender mejor el misterio de la vida y la muerte, ya que a mi temprana edad, no lo comprendía.

 

En 2007, algunas personas se nos acercaron para invitarnos a la pastoral de la parroquia y uno de los apostolados que se estaba impulsando era el grupo mariano de la Legión de María para adolescentes; con mucho gusto aceptamos y nos integramos, éramos unos 35 adolescentes y a través de esta invitación pude fortalecer mi fe en las prácticas de las obras de caridad y en la oración; en compañía de unos seminaristas que estaban a cargo del grupo, visitábamos a los enfermos, rezábamos el rosario y hacíamos oración con el Santísimo, leíamos la Biblia, ofrecíamos nuestras horas de estudio personal y hacíamos ramilletes espirituales en los que pedíamos por los más necesitados.

 

La cercanía a la Virgen María en su devoción a la medalla milagrosa o de Nuestra Señora de la Gracia, fortaleció esa chispa de la vocación que poco a poco se estaba germinando en mi interior. De manera especial, mi fe se acrecentó cuando, en una visita a una enferma, todos los adolescentes y seminaristas fuimos a rezar el santo rosario; al terminar, uno de los seminaristas nos compartió una hoja con la oración de curación interior y exterior, un rezo precioso que me conmovió tanto, que puse toda mi esperanza en la Virgen María para que la señora pudiera recuperarse; una semana

después, la volví a ver en misa y caminando, en perfecta salud; desde entonces, sentí que Dios se valía tanto de nuestras plegarias como de las buenas intenciones con las que le pedimos y agradecemos por todo aquello que nos da con amor.

 

A partir de eso, sentí que mi llamado necesitaba ir más allá de ese grupo de adolescentes en compañía de María y que las orientaciones espirituales marianas que propone Luis María de Monfort me guiaban para entregar mi vida a la vocación sacerdotal; por eso, me he mantenido cercano a la Virgen María en su devoción a la medalla y me he comprometido a ser siempre un legionario que lucha junto a ella contra el mal, por eso, le he confiado también mi caminar en la formación sacerdotal misionera junto a los Misioneros de Guadalupe.

 

Actualmente, quiero encomendarme a sus oraciones para que mi llamado siga progresando y dé buenos frutos, y que Dios me conceda la gracia de ser un buen sacerdote, según su corazón.

 

¿Has sentido el llamado de Dios para colaborar como sacerdote misionero? Anímate a responderle y descubrir tu misión. Contáctanos: Línea Misionera 800 00 58 100, de lunes a viernes, de 8:30 a 18:00 horas, tiempo del centro.

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