¡Qué difícil es perdonar!

El P. Felipe nos comenta una de sus experiencias en la Misión de Kenia, invitándonos a reflexionar sobre el perdón, un proceso de purificación que sólo se consigue orando y actuando de forma positiva.
¡Qué difícil es perdonar!

Autor: P. Felipe de Jesús Martínez, MG.

Tomado de su libro 50 años de servicio misionero por el mundo

 

En 1978 fui párroco de la Parroquia de San Miguel Arcángel, en Kenia. Recuerdo que era martes cuando vino una señora a preguntarme por su hijo Kilonso, uno de los acólitos que me había ayudado en la misa del domingo anterior, con sus dos compañeros, Wuaweru y Okoth. Me comentó que llevaba dos días perdido y no lo encontraban

De inmediato, mandé buscar a todos los acólitos y organizamos una búsqueda de varias horas sin resultado. Por la noche, nos reunimos con Wuaweru y Okoth, pidiéndoles información detallada sobre dónde habían estado el domingo por la tarde.

Uno comenzó a llorar y nos platicó que, cuando iban los tres caminando a un lado del templo, al llegar a un terreno sembrado con una milpa de maíz, salió un soldado del ejército y los amenazó con un cuchillo. Ellos dos corrieron y el militar alcanzó a Kilonso, lo arrastró dentro de la milpa y les gritó que, si hablaban, los buscaría. Ellos corrieron y, con miedo, juraron no decir a nadie lo que habían presenciado.

Empezamos a buscar en los alrededores. Uno de los grupos halló el cuerpo de Kilonso mutilado. Dimos parte a la policía y dedujeron que uno de los sospechosos era un militar de la tribu boran (en la frontera con Somalia), que había pedido permiso de ir a su tierra a casarse y regresaría en pocos días.

Cuando volvió, lo arrestaron y confesó su crimen. Dijo que, en su tribu, si alguien quería casarse, debía llevarle a la familia de la novia las orejas o los testículos de un león o de un hombre, y aunque esa costumbre iba desapareciendo, él decidió hacerlo con este jovencito. Lo juzgaron y le dieron la pena de muerte. 

En la parroquia organizamos el funeral con la familia. Celebré una misa muy emotiva y en el sermón se me ocurrió invitar a hablar a los papás de Kilonso; cuál sería mi sorpresa al quitarle el micrófono al papá, ya que empezó a llorar y a gritar que lo único que pedía a Dios era venganza para su hijo.

Le hice ver a él y a toda la concurrencia que esa postura no era cristiana y que el único camino que tenía para vivir en paz era el perdón. No me escuchó y aún en el cementerio pedía la muerte para aquel soldado.

Pedro le preguntó a Jesús: “¿Cuántas veces hay que perdonar?… ¿hasta siete veces?” Y Jesús le contestó: “no, hasta 70 veces siete”. Es decir, siempre. Para perdonar hay que pasar por un proceso de purificación y sólo la gracia de Dios nos concede el perdón.

Debemos comenzar por pedirle a Dios que nos ayude a perdonar y dar pasos para convencernos de que, para Él, nada es imposible, hacer el esfuerzo por acercarnos a nuestros enemigos y demostrarles que queremos olvidar y perdonar. 

¿Cómo? Perdonar de pensamiento, palabra y obra. Perdonar es una gracia de Dios y se logra orando y actuando de forma positiva. Continué visitando a la familia de Kilonso, a la cual le tomó más de un año empezar a detectar signos de ese perdón.

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