Venciendo en el amor dentro de la comunidad

La Misionera Laica Asociada, Ma. Teresa Esparza del Río, nos comparte su experiencia y algunas de las actividades que realizan los grupos parroquiales en la Misión de la Amazonía.
Ma. Teresa Esparza en la parroquia y el padre

Autor: Ma. Teresa Esparza del Río, MLA

 

Levanto un castillo de ilusiones y sueño sola en mi silencio, ¿con quién lo haré?, ¿cómo lo haré? ¡Sólo con Dios en la comunidad es posible! Camino hacia ese castillo de ilusiones en mi vocación a la misión ad gentes con Misioneros de Guadalupe (MG), pues Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

 

Queridos Padrinos y Madrinas, quiero compartirles un poco de lo vivido en mi tercera experiencia de misión ad gentes con mg; esta vez, en la Misión de la Amazonía, región Pucallpa, zona selvática donde el calor húmedo alcanza hasta 38 grados centígrados.

 

Pertenezco actualmente a la Parroquia Virgen del Carmen (le llamamos parroquia, aunque es una capilla, ya que aquí no hay una diócesis, sino un Vicariato); el Obispo es Mons. Martín Quijano Rodríguez y nuestro párroco es el P. Eduardo Castellanos Hernández, MG.

 

La parroquia está conformada por un grupo de señoras llamadas Carmelitas, que en dos épocas del año oran y salen con las “andas”: una en mayo con la imagen de la Virgen y la otra, en octubre, con el Señor de los Milagros. En ambas ocasiones se visita a las familias, evangelizando y rezando el rosario; cada mujer del grupo sale con una anda a diferentes sectores parroquiales. Se cuenta, también, con el grupo de jóvenes “Anawin”, quienes están en constante formación y buscan expresar su fe a través de obras de caridad, además de servir en la parroquia en todos los eventos con incansable entusiasmo.

 

Asimismo, está el equipo de catequistas, que da formación presacramental, y un grupo de Infancia y Adolescencia Misionera (IAM). En total se atienden 10 asentamientos humanos, dos capillas y 18 caseríos (algunos cuentan con capilla y animador, otros no tienen animador o capilla). El animador es la persona que atiende a la comunidad del caserío en celebraciones de la Palabra y catequesis, brindando una invaluable ayuda al sacerdote.

 

Mi servicio en la misión es ir a los caseríos, que están a la orilla del río Ucayali, a formar a los animadores en la parte de catequesis. El encuentro con las comunidades se da con alegría, se comparten los  alimentos: arroz con pescado o pollo y bebidas de aguas con frutas del lugar, como cocona, aguaje, cebada tostada, piña, limonada; la gente se reúne queriendo aprender más de Jesús y compartir sus experiencias de fe. Aquí, puedo vivir la fraternidad y la acogida que nos hace parte de ese cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. Niños, hombres y mujeres nos reunimos y vamos aprendiendo juntos.

 

Una tarde, regresando de las comunidades, me encontré con una señora del grupo de las Carmelitas que me platicó su historia de fe y cómo llegó a este grupo. Es impresionante cuánto dolor y sufrimiento puede vivir una persona, pero también, ver cómo puede transformarse si su fe le ayuda a redimensionar ese dolor a través del amor. En su vida hubo mucha pena e injusticia, pero lo que ha aprendido en este grupo le ha hecho asumir lo vivido de manera distinta para ir sanando todo, también a través del servicio, de la oración, de la religiosidad popular, de los Sacramentos y de ir compartiendo con cada familia su fe, sin llorar ni sufrir, porque ahora sabe que Dios está con nosotros de un modo vivo, y que teniendo vida en Él, las angustias y preocupaciones no desaparecerán como por arte de magia, pero se sobrellevarán con la esperanza y certeza de que son pasajeras y que el sufrimiento cobra sentido cuando se pone en la cruz.

 

Ella sabe que, perteneciendo a una comunidad que ora y comparte no solo cosas materiales, sino espirituales, podemos ayudarnos, porque es en la vida en común donde nos encontramos unos con otros y con Dios. Todos somos distintos, únicos, pensamos y sentimos diferente, tenemos historias diversas, pero poniendo la comunión en el centro, será posible abrir cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida para los más necesitados.

 

 

Mi castillo de ilusiones es vivir en comunión, sé por experiencia, que sí se puede, que tener fe es vivir en el amor y que el amor hace posible la comunión, coexistiendo fraternalmente unos con otros. La comunidad te ayuda a reflexionar y a sostenerte, acompaña, comparte y corrige, te hace crecer; la comunidad enseña, une, ayuda a quitar ataduras, cegueras, miedos… Con la comunidad se puede caminar y llegar hasta el final, todo se puede para el que cree, porque todo es posible para Dios, si pones tu voluntad en Su voluntad.

 

La vida en comunidad puede realizarse en una parroquia. Sólo quitándonos nuestras ataduras podremos amar en comunidad y también en nuestra iglesia doméstica (la familia), nuestra iglesia local (la parroquia) y nuestra iglesia universal.

 

En este lugar no tengo familiares, solo cuento con los miembros de la Parroquia Virgen del Carmen; en ellos me apoyo para realizar la misión de amor en comunidad que Dios me ha asignado en mi tercera oportunidad de vivir la misión ad gentes.

 

Te invito a venir, ¡atrévete! Conoce estas experiencias de cerca, experimenta el amor y la fe en un contexto diferente y vive tu propio castillo de ilusiones, donando un tiempo de tu vida para y con los demás en la misión.

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