60 años de evangelizar en la Misión de Corea

Siguiendo con la celebración del 60 aniversario de fundación de la Misión de Corea, el P. Benjamín Marín, MG, nos comparte cómo ha sido este caminar misionero y los retos de esta Misión.
60 años en la misión Corea

Autor: P. Benjamín Marín Cano, MG

 

El ser humano, obsesionado con el tiempo, observa cómo, a pesar de sus esfuerzos, éste pasa sin notarlo y, de pronto, ya han transcurrido 20, 30 o más años; no obstante, también somos conscientes de la gran bendición que es celebrar un año más; por ello, con el corazón agradecido, vemos la transformación que el tiempo ha hecho en nuestras vidas, especialmente cuando las cosas han culminado en buenos resultados. Ser agradecido es, sin duda, un sentimiento muy humano.

 

Por eso, este año celebramos que la Misión de Corea cumple 60 años desde la llegada de los primeros misioneros a la Diócesis de Pusán.

 

Ante los retos que representó arribar a este país, que había salido de la guerra hacía unos años, con la pobreza y necesidades que prevalecían, y especialmente, con la dificultad de enfrentarse a un idioma y cultura tan diferentes, el Misionero de Guadalupe (MG) supo salir adelante con la mejor herramienta que tenemos los mexicanos: la alegría; este gozo por la vida, por el trabajo, por nuestra vocación y, por supuesto, por la misión.

 

Cada uno de los sacerdotes que han pisado estas tierras hemos sido distintos, pero todos, de alguna u otra manera, supimos dejar huella.

 

Muchos fieles aún recuerdan a los primeros padres que trabajaron en la ciudad de Yosu y en otras parroquias, aunque ya no sean atendidas por MG; siempre que las visitamos, recibimos los saludos y el cariño de la gente que todavía nos recuerda.

 

Para quienes fuimos padres vicarios jóvenes, el cariño y la atención de los que en su momento eran niños sigue presente, algunos nos buscaron para realizar su matrimonio o bautizar a sus hijos, y con otros surgió una relación de familia en la que nos ven como tíos, primos o hermanos mayores; es la alegría del mexicano que, con el simple propósito de brindar atención, abrió un nuevo mundo para ellos.

 

Cabe destacar nuestra contribución a perder el miedo a los extranjeros, lo cual significó para muchos coreanos viajar, estudiar o incluso vivir en otros países, ya que, en promedio, el pueblo coreano rechaza todo lo extranjero; sin embargo, nuestro paso abrió la oportunidad de hacerles ver que, al final, todos somos seres humanos.

 

Muchos aún nos preguntan por la salud de nuestros hermanos mayores, sacerdotes que ahora están jubilados en México, y hay quienes han hecho donaciones para la casa de retiro.

En fin, es la alegría de saber que nuestro trabajo ha dado frutos abundantes en Corea del Sur; es, además, reconocer y agradecer a la Iglesia mexicana y a nuestros bienhechores, que son copartícipes de esta alegría, ya que sin sus oraciones y donativos esta misión no sería posible. La Iglesia de México está presente en este país, representada primero por nuestros padres y familias, y después, por toda la gente buena que conocimos en las colectas y campos misión, los que nos forjaron como futuros misioneros, y por todos aquellos que no tenemos el gusto de conocer, pero por quienes pedimos en nuestras oraciones; es México y su cultura, su alegría y la fe de todos los que nos han acompañado a lo largo de estos 60 años.

 

Podemos decir que son miles los que han recibido el bautismo de nuestras manos y bastantes jóvenes han ingresado al seminario o al convento; también, han sido muchos los que han recibido la preparación para ser catequistas y los que, siguiendo el ejemplo de Santa María de Guadalupe, comparten la alegría de la misión.

 

Es característica de un verdadero cristiano ser agradecido, primeramente con Dios, que nos dio la oportunidad de venir a este país y seguir sirviendo a la Iglesia coreana, que tiene tantas necesidades espirituales; gracias al Instituto, que confió en nosotros a pesar de nuestras limitaciones y defectos; gracias a los Padrinos y Madrinas, que colaboran a la expansión del Reino en estas tierras asiáticas. Gracias a todas las personas que han contribuido en la Misión de Corea del Sur.

 

Asimismo, el futuro de la Misión se encuentra en la posibilidad de tocar la puerta del vecino país del norte, esperando que algún día nos permitan desarrollar el trabajo misionero.

 

Quedan muchos proyectos por emprender; no obstante, tenemos confianza plena de que, gracias a Dios, a la Iglesia de México y a nuestros bienhechores, seguiremos enalteciendo a nuestra patria, a nuestra Iglesia y al Instituto.

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