Autor: P. Jorge Rafael Aguilar López, MG
“Dichosos los que trabajan por la Paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Mt 5, 9
Estimados lectores, me da mucho gusto saludarles, soy el P. Jorge Rafael, originario de Zamora, Michoacán, enviado a colaborar con la Misión del Señor en Corea del Sur. Hoy, quisiera compartir con ustedes un poco en torno a la vocación.
En un mundo que se sumerge en la indiferencia ante Dios y las necesidades del prójimo, donde la autosuficiencia desmedida y el egoísmo parecieran los únicos medios para avanzar, sigue resonando el llamado de Dios para seguirlo, estar con Él y ser enviados a ser sus testigos.
El Señor dice: “¡Sígueme!” Nos invita a entrar en amistad con Él, a escuchar su Palabra y a vivir con Él, para entregarse de lleno al servicio del Reino, partiendo siempre desde la escucha en la oración de la voluntad del Padre. La paz que Dios desea en el mundo es un signo de “quienes se aman unos a otros”, un signo del cristiano.
Durante los años que estuve como seminarista en Corea del Sur, en particular en el periodo de estudio de la lengua, tuve la oportunidad de conocer, convivir y compartir clases y almuerzos con jóvenes de distintas partes de Asia, algunos con religión diferente a la nuestra y otros que no eran creyentes.
En uno de esos encuentros, sin que yo provocara el tema, un compañero comenzó a platicar sobre los cristianos-católicos, comentando que algo que le llamaba la atención es la manera en que aceptan a los demás, dejando de lado las diferencias raciales, culturales y de religión; decía: “Parece que para ustedes esas diferencias, en lugar de ser motivo de distanciamiento, les permiten relacionarse con ‘el otro’”; algo que, sabemos, es totalmente cierto.
Siguió comentando otro punto interesante: “Su modo de relacionarse con aquellos que les han provocado algún mal, pues, en lugar de regresarles el daño o alejarse, ustedes hablan mucho del perdón, en particular, a los enemigos”.
Debo confesar que me sorprendió, y al mismo tiempo, me alegró, porque no sólo con palabras uno realiza la misión del Señor, además debe mantenerse firme en el testimonio de vida, con coherencia; sobre todo, me hizo recordar que, aunque parece que en el mundo tu caminar pasa inadvertido, hay muchos que están atentos a ti, curiosos por ese Dios que ha transformado tu vida y te pide ayudar a los otros.
Hoy, el Señor nos sigue llamando para compartir su misión y ser promotores de paz, para sanar esa indiferencia y egoísmo que opacan la luz del Espíritu Santo y distorsionan su voz en un mundo que busca ensordecerse día con día.
En Misioneros de Guadalupe, nos encontramos en el Año de Oración por las Vocaciones y es importante recordar que la vocación no se descubre sin la oración; el Señor necesita de nuestra oración para que su llamada llegue a los corazones de quienes ha escogido. Sigamos unidos en oración y dejemos que el Espíritu nos impulse a obrar con la justicia y la paz que sólo vienen de Él. Tal vez, por medio de estas palabras, te invita a seguirlo en la vida misionera.
Anímate, ven y descubre tu misión. Contáctanos:
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