Eucaristía: fuente de vida y alegre armonía en la vida misionera

El P. Jorge Cruz Avila, MG, nos relata cómo la eucaristía congrega y une al pueblo maya, fundiéndose con sus tradiciones y cultura.
Eucaristía: fuente de vida

Autor: P. Jorge Cruz Avila, MG

 

El árbol de siempre, de muchos años, con sus largas ramas extendidas, protegiendo de los quemantes rayos del sol y dando alivio a quienes poco a poco se iban arrimando.

 

Abajo, un techito de paja a manera de sombra, de no más de dos metros cuadrados; la mesa, un vaso de lo que fue una veladora con agua a la mitad. Las flores del flamboyán, color naranja intenso, salpicadas por pequeñas líneas rubí, adornan el lugar de la fiesta. El inmenso cielo azul cubre este santuario natural, de piso de tierra fecunda y verde yerba.

 

Y comienzan a llegar los invitados de alegre corazón, bañados de esperanza, de sonrisa en el saludo, de estómago vacío quizás desde hace más de media jornada: “¡Buenos días, hermanito!”, “¡buenos días, hermanita!”, la pobreza cubre sus cuerpos y la marca del sufrimiento por la guerra, sus rostros. Descalzos, con sencillo calzón de juego y la mayoría de los varones sin camisa; las mujeres, con falda y blusa “de las que llegan por donación”, y comienza la Fiesta del Día del Señor: canto de procesión de entrada, acompañados por la polifonía de un pueblo acostumbrado a comunicarse por la danza y el canto, y el ritmo de unas latas grandes y vacías de leche en polvo, cubiertas por un pedazo de plástico tensado con tiras de cámara de bicicleta. ¡Qué riqueza de encuentro! ¡Qué reverencia y fe profundas!

 

“Alimento sacia, sacia; alimento sacia, sacia!… ¡Tengo hambre de ti, tengo hambre de ti, oh Señor!” y se sacian de Él en la “Comun-Unión”. Y reinicia la semana, saciada de la fortaleza que brota del estar juntos celebrando, escuchando la Palabra, compartiéndola, ofreciendo la humildad de sus vidas como dones y anunciando que Él

está vivo. Transformación de las relaciones humanas dinámica, continua, silenciosa en los labios y gritada en el alma: “Mi relación contigo, Señor, ¡es la misma relación con mis hermanos y viceversa!” Y recomienza la espera para el próximo domingo. Y el Misionero de Guadalupe (MG), desde la fuente de la Eucaristía, junto con el pueblo sufridor, creyente y esperanzado, va haciendo y siendo Iglesia, como dice el Papa Francisco, siempre en Misión, en salida.

 

El Caribe, en la mayor de las Antillas, con raíces del mismo árbol y raigambre de cruce de culturas y formas de manifestar la fe, pero con la misma hambre y sed del Señor. Isla soñadora y atrevida, distraída en lo íntimo de su moral, con su mirada atenta en el

horizonte y en la profundidad del cielo, buscando día y noche el sueño alcanzado por Juan Salvador Gaviota: volar, volar hasta el infinito, arrancando la pesada cruz que se lo ha venido impidiendo desde aquel día. Siempre sedienta del Dios vivo y buscado en la Eucaristía, celebración que une y transforma: “…Madre, del pobre y del que sufre, Madre de alegría y dolor: todos tus hijos a ti clamamos, ¡Virgen Mambisa, que seamos hermanos!, ¡dale la unidad a tu pueblo, siembra amorosa la unión!… ¡Madre, que el amor a mi tierra nazca del amor a mi Dios!” Y el mg, acompañando con sencillez al pueblo de Dios, convoca, evoca, provoca y sale de nuevo con él: “No tengan miedo, soy Yo”, “estaré con ustedes todos los días”.

 

 

Y llega el MG a uno de los mayores retos actuales de la evangelización: la civilización del desarrollo, de la ciencia, la técnica, los medios; la que ha sustituido la cultura por el inmediatismo, el confort, lo “útil”, y ha despreciado el ayer como “cosas de viejos”. En grandiosos y hermosos templos equipados se “celebra la misa con el tiempo rigurosamente medido”, pues “hay mucho quehacer”. Misas de “elite”, donde se mira con desdén al pobre, como intruso. En iglesias más humil des, ciertamente de otras razas, lenguas y costumbres, se repiten situaciones de África, del Caribe y de cientos de lugares más, pues la potencia mundial de América es formada por migrantes del mundo entero. Y nuevamente brillan, como filigrana, las innumerables formas de bendecir al Señor en la Eucaristía, y vuelve a ser centro de transformación de la vida y relaciones de millones de hermanos en tantas lenguas y culturas, ritos y alabanzas. La maravilla de la presencia del Espíritu en un nuevo y continuo Pentecostés. Y el mg se maravilla y acompaña, no sin temor, pues: “¿Cómo es que los oímos hablar a cada uno en nuestra propia lengua?” La Babel moderna se hace unidad en la Eucaristía, pues la potencia del Espíritu del Resucitado es quien conduce. Y de nuevo el MG se entrega, continuamente, se actualiza y sirve al pueblo, que muchas veces camina en tinieblas y quiere, con ansia, “¡que vea, Señor!”

 

Cambia de nuevo el MG y contempla, maravillado, una nueva forma de relaciones interpersonales en el tesoro de la Eucaristía: ¡El mundo maya! Tradiciones precolombinas y cultura maya en la concepción de la Eucaristía y, al mismo tiempo, sed de saber, hambre de encuentro con la Iglesia universal, Iglesia nacida y alimentada en la Eucaristía: vestida de terno tradicional, con su cultura auténticamente artística, cadenciosa, delicada. María de Izamal, “Mamalinda”, de respeto y cariño, es quien encabeza la guardia de la fe en el corazón y mente del pueblo maya de Yucatán. Armonía y colaboración entre autoridades servidoras del pueblo, es un distintivo de nuestra región. La Eucaristía es compromiso, colaboración, ayuda; es lo más sagrado que nos ha regalado el Señor. Y el MG sigue acompañando en un trabajo titánico, ¡siempre en salida! ¡Tengo hambre de ti, Señor! ¡Danos muchos, santos y sabios sacerdotes misioneros! María de Guadalupe, ¡danos sacerdotes Misioneros de Guadalupe según tu corazón!

 

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