Por una vida eucarística

El P. Juan Carlos González Gutiérrez, MG, a través de su experiencia en la Misión de Angola, invita a los jóvenes a tener siempre presente a la Eucaristía como alimento de vida eterna.
Por una vida eucarística

Autor: P. Juan Carlos González Gutiérrez, MG

“Como el barro en manos del alfarero,

así son ustedes en mi mano, casa de Israel”.

Jer 18, 6

 

Efectivamente, somos como ese barro que se moldea en las manos de Dios. Y sucede lo mismo en el milagro de la Eucaristía: nuestro Señor Jesús, que en la Última Cena tomó el pan en sus manos para transformarlo en su Cuerpo, así nos toma entre sus manos y nos convierte a nosotros, al comulgarlo; en ese momento, Dios nos moldea nuevamente a su imagen y semejanza.

 

Fui testigo de este milagro, de esta transformación que todos los días realizó el Señor en tierras de Misión. Tuve la dicha de trabajar en una comunidad llamada Cahama, al sur de Angola, en África. Ahí experimenté esa hambre y sed de Cristo, sobre todo cuando fue levantada la cuarentena por la pandemia.

 

Durante la pandemia, el pueblo de Cahama valoró la importancia de la Eucaristía, tanto en la oración (exposición del Santísimo), como en la celebración de la Santa Misa. El hecho de ya no poder rezar o participar fue muy difícil para todos, nos sentíamos solos y abandonados.

 

Nos dimos cuenta de que la Eucaristía da unidad e identidad a las personas y a la comunidad; al comulgar el Cuerpo de Cristo, ambas se sienten restauradas, restablecidas, y todos vuelven a percibirse como hijos de Dios.

 

Visitar una comunidad siempre es una fiesta y no porque llegue el padre o las hermanas, sino porque se presenta Jesús Eucaristía, cumpliendo así su promesa: “Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” Mt 28, 16-20.

 

También en nosotros, misioneros, se realiza este milagro de la Eucaristía. Antes de trabajar para el Señor en la evangelización, Él nos trabaja, nos transforma; por tanto, debemos estar dispuestos y disponibles en todo momento.

 

Ya lo menciona el Documento de Aparecida, número 251: “La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo que la existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística”.

 

Nuestras visitas a las comunidades o las reuniones grupales, la catequesis, entre otras actividades, si no se realizan en torno a la Eucaristía, no dejan de ser simples reuniones sociales. Dicho de otro modo, la Eucaristía no es el pretexto para que la gente se reúna, es el motivo, el alimento que nutre, que da vida.

 

Por ejemplo, los domingos en Cahama no puede faltar la misa en la dinámica social, familiar y comunitaria; sin ella, es un día incompleto, falta algo, se experimenta una sensación de vacío.

 

Al inicio de la misa, el padre dice: “O Senhor esteja convosco” (El Señor esté con ustedes) y el pueblo responde: “Ele esta no meio de nos” (Él está en medio o entre nosotros). Ese “estar en medio de nosotros” significa que ya no nos falta nada, estamos completos, porque nos plenifica, nos une, nos dignifica al reconocernos como hijos e hijas de Dios.

 

Queridos Padrinos y Madrinas, no dejen a la Eucaristía fuera de sus actividades cotidianas, antes bien, hagan que su rutina se vuelva extraordinaria con ese alimento que da la Vida Eterna.

 

Jóvenes, busquen lo que es verdaderamente eterno, lo que puede darles unidad e identidad: Cristo Eucaristía. Anímense a ser misioneros, llevemos la Eucaristía a esos lugares donde aún no se encuentra. No dejen de rezar por nosotros y nos vemos en la Eucaristía.

 

¿Has sentido que Dios te llama para contribuir en las misiones? Contáctanos y descubre tu misión:

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