La danza sagrada

Desde la Amazonía, el S. Anderson Elías Girón Pardo nos comparte cómo se mezclan, tradiciones, danzas, cantos y religión en Pebas, Perú.
La danza sagrada por S. Anderson

Autor: S. Anderson Elías Girón Pardo

 

En muchos pueblos y culturas, las formas de relacionarse y honrar a Dios, a María Santísima y a los santos, es muy rica y variada.

 

En algunas ocasiones, parece que esas expresiones rebasan los parámetros litúrgicos, al ser contradictorias con las rúbricas; por ejemplo, para nosotros, la mejor forma de hacer oración es el silencio, estar solos, con una postura en la que el cuerpo alcance cierta relajación; así es, en nuestra cultura y tradición esto es provechoso, pero en la Amazonía, eso no encaja mucho, pues toda la zona ¡está viva!, su riqueza no solo se aprecia en la exuberante selva y la infinidad de especies animales que la habitan, sino sobre todo, en su gente, en los diferentes pueblos originarios con sus rasgos, expresiones culturales y religiosas que manifiestan una alegría y vitalidad sin igual; con lo poco que poseen son felices y esa alegría también se la ofrecen a Dios en la danza, una “¡danza sagrada!”.

 

Danzar, para Dios o para los santos, es una tradición que en Pebas (Perú) y sus caseríos no se deja pasar por alto. La primera experiencia que observé fue en San Francisco, un caserío que en lancha está a unas cuatro horas bajando por el río Amazonas. Fuimos a celebrar a su santo patrono. Con una preparación anticipada por Isaura, la catequista y animadora de la comunidad, todo estaba a punto: la Eucaristía, la procesión y la velada.

 

La velada consiste en danzar toda la noche frente al santo, en este caso, san Francisco, mientras se entonan melodías para la ocasión con quenas, tambores, bombos y maracas. Se reparte chicha, chocolate con pan y a la media noche dan el “plato fuerte”: un caldo de gallina de campo preparado con la participación de toda la comunidad.

 

 

Lo que me llamó la atención de la danza es que todos la hacen, desde los niños hasta los más ancianos; en particular, los niños y los jóvenes tomaban la iniciativa y, en algunos momentos, eran los primeros en salir, sin que esto les causara vergüenza. Otro detalle es que todo es un rito respetuoso, no podría esperarse otra forma al ser una danza sagrada; para comenzar, hacen una pequeña inclinación, seguida de persignarse, algunos bailan solos, otros invitan a otra persona; se puede decir que buscan pareja, además, es oportuno llevar un pañuelo en sus manos, agarra dos de punta a punta. En las primeras ocasiones, fuimos invitados a participar y aprendimos un paso de esta danza; ya después, nosotros solos lo hicimos, simplemente surge la necesidad de moverse al ritmo de los tambores y las quenas, y lo más importante, danzar para Dios.

 

Al regresar al puesto de misión, en Pebas, comenzaba el “mes morado” (octubre) o del Señor de los Milagros, que se celebra con gran devoción en todo Perú. Es tradición que la imagen visite a las familias: posterior a la celebración de la misa en el templo parroquial, en una procesión por las calles del pueblo, se dirigen a las casas que acogen la imagen, ahí se reza el rosario misionero, ya que también es el mes de las misiones; luego, la familia comparte algún aperitivo para los asistentes a la velada. En estas ocasiones, se danza frente a la imagen, con música pregrabada, pero la devoción, el respeto y en particular la alegría, no pueden faltar.

 

Lo mismo ocurrió en la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, la “danza sagrada” era, y es, al final, una forma de expresar la fe, la devoción y la alegría a Dios y sus santos, y por supuesto, los misioneros seguimos incentivando para que estas bonitas costumbres perduren.

 

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