María, nuestra Madre, en la Misión de Angola

El P. Alijandro Álvarez Velázquez, MG, nos cuenta un poco sobre la presencia maternal de la Virgen María en estas comunidades africanas.
P. Maria Madre, en Misión de Angola

Autor: P. Alijandro Álvarez Velázquez, MG

Desde que llegué a esta Misión en 2018, he colaborado en la Parroquia de San Pedro y San Pablo Apóstoles, en el municipio de Cahama, al sur de Angola, a unos 1 200 kilómetros de la capital del país.

 

La labor misionera que más nos ocupa es la formación de los catequistas, de los líderes de las comunidades y el acompañamiento a los grupos parroquiales, que son muy activos; entre ellos, tenemos a la Legión de María, los grupos de escultismo y la Liga e Infancia Misioneras; otro grupo también muy numeroso es el llamado Esperanza, que brinda acompañamiento para aquellos que abrazaron la fe, pero que no pueden recibir la comunión debido a que están en una segunda relación marital o a la espera del Sacramento del Matrimonio.

 

Estos son los desafíos pastorales propios de la primera evangelización; otro grupo de gran impacto en cuanto a la fe y transformación social es el de Promoción de la Mujer Angoleña en la Iglesia Católica (PROMAICA), el cual procura que las mujeres de la comunidad, en cualquier condición sacramental, catecumenal y social, sean factores de transformación, y promueve iniciativas sociales, como cooperativas de comercio y oficios entre ellas.

 

Nuestra parroquia abarca 32 comunidades, fuera del centro parroquial, que celebran todos los domingos con la ayuda de los catequistas o líderes, con quienes nos re unimos cada dos meses para atender la formación, oración y acompañamiento.

 

Contamos con otro centro misionero llamado San Carlos Lwanga, ubicado a 170 kilómetros, que comprende otras cinco comunidades y representa un gran desafío, puesto que se encuentran ahí dos tribus seminómadas: los muhucahonas y los muhimbas, quienes poco a poco van abrazando la fe.

 

Es motivo de gran alegría llegar y hallar comunidades que celebran la presencia de Cristo. Al llegar a una de ellas, llamada Ondambo, siempre me maravilla observar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Pienso en cómo un mensaje tan amoroso y maternal ha logrado llegar a un rincón del mundo tan apartado geográficamente y distante del estilo de vida moderno, pues viven casi de manera ancestral, pero también comparten con nosotros una gran sabiduría de vida.

 

La presencia maternal de María de Guadalupe nos ayuda a que la fe sea asimilada, debido a que el rezo del rosario en las familias cristianas es un modo muy vivo de alimentar la fe. Muchas comunidades se reúnen en la capilla de las aldeas algunos días por semana para rezar el rosario.

 

 

La devoción a María se vive de una forma profunda, reconocen en ella a Nuestra Madre Santísima e intercesora; no puedo decir que sea igual en otras partes de Angola, pues en la región norte tienen mayor veneración a una imagen llamada “Mama Muxima”, que significa “Mamá Corazón”; es así como identifican a María: un gran corazón lleno de amor que acompaña a sus hijos.

 

En nuestra parroquia celebramos a la Virgen de Guadalupe como nuestra patrona y modelo evangelizador; poco a poco, el Nican Mopohua es conocido y tanto nuestros feligreses como las madres angoleñas descubren en su mensaje palabras de fuerza y esperanza; especialmente ahora, en que se viven grandes dificultades debido a la sequía que se ha prolongado por tres años sin señales de mejoría.

 

Este mes, dedicado en México a las madres, nosotros lo consagramos a rezar el rosario con la comunidad para promover el amor a María, Nuestra Madre.

 

Aprovecho para ofrecerles unas palabras, queridas Madrinas: como aprendemos en África, ustedes son también nuestras madres en la fe; sus oraciones, cariño y amor al Instituto y a la Santísima Virgen, son una manifestación de que el cariño de María nos acompaña. No dejen de mandarnos su bendición y oraciones.

 

¡Feliz Día de las Madres, amadas Madrinas!, les mando un gran abrazo, así como a mi madre, tías y familiares mamás, y a todas las que, desde el sentido africano, son nuestras mamás. ¡Dios las bendiga!

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