Recuperando el sentido de la vocación

El P. Ignacio Flores García, MG, nos narra una experiencia con los jóvenes, cuando fue promotor vocacional, en la que compartió con ellos la tradicional actividad de colocar la ofrenda por los fieles difuntos.
P. Ignacio Flores

Autor: P. Ignacio Flores García, MG

 

Un saludo a los lectores de la revista Almas y a quienes la leen por primera vez. En esta ocasión, queremos compartirles un poco sobre cómo el llamado de Dios es una manera específica en la que Él quiere que los hombres encuentren su felicidad y misión en la vida.

 

Por muchos años fui promotor vocacional a partir de un nombramiento que se me en- comendó en Misioneros de Guadalupe. Ésa fue mi primera misión y hasta la fecha la continúo desde otros servicios que recientemente me han encargado, en tierras de Misión.

 

Recuerdo que en fechas de “puentes vacacionales” aprovechábamos para tener encuentros con jóvenes inquietos por descubrir su vocación hacia el sacerdocio misionero. Acudían de varios estados de la República Mexicana para compartir una reunión con otros muchachos y discernir sobre su posible llamado al sacerdocio.

 

Por ser fechas especiales, hablábamos de cómo se celebraba el Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos en los lugares de donde procedían.

 

En esa ocasión, colocamos una ofrenda en el Seminario de Misiones, con los nombres de los seres queridos en cuadros de papel, velas y otros elementos, mientras cada uno

iba expresando lo típico de las ofrendas que colocan en sus lugares de origen. 

También, hice lo propio y, finalmente, acomodamos fotos de nuestros sacerdotes Misioneros de Guadalupe difuntos.

 

Al tiempo que armábamos los detalles del altar, hacíamos un trabajo en equipo muy interesante, me gustaba mucho escuchar la pasión con la que cada joven narraba lo correspondiente a sus ofrendas en casa y pude apreciar que, aunque existen varios estilos de altares, tienen coincidencias entre los estados del norte, sur y centro del país.

 

 

Para mí, esta experiencia ya era un regalo de Dios; por medio de esta celebración, pude reflexionar acerca de la oportunidad que tenemos de recuperar nuestra vocación de hermanos y hermanas, pues estamos llamados a apoyarnos, ver por los demás y construir entre todos una sociedad más justa, equilibrada, sana y libre de tantos males sociales que hoy día nos aquejan.

 

Sirva esta anécdota para realizar, también, este llamado a las nuevas generaciones de misioneros y misioneras que son invitados a vivir su vocación a la vida consagrada, a fin de recuperar el sentido vocacional que nunca debemos olvidar como cristianos y seres humanos.

 

Queridos jóvenes, hay tantos santos que vivieron su vocación desde la imperfección y que fueron llamados precisamente para ser perfectos en el amor de Dios. Somos convocados a vivir y a llevar la Palabra de vida a muchas partes del mundo. ¿No te gustaría experimentar el amor de Dios que hoy te llama a sentir la fuerza de su vida?

 

Quizás hoy, por medio de estas palabras, Él te invita a seguirlo en la vida misionera.

 

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