Autor: P. Jorge Gutiérrez Martínez, MG
Queridos jóvenes, permítanme compartir con ustedes una historia que ha marcado mi vida y que, con esperanza, puede resonar en los corazones de aquellos que sienten la llamada de Dios al sacerdocio.
Soy el padre Jorge Gutiérrez Martínez, MG, originario de Puebla y actualmente trabajo en la Misión de Corea del Sur. Pero antes de llegar a este punto en mi vida, mi trayectoria no siempre apuntaba hacia el camino del sacerdocio.
En mi juventud, la electrónica era mi pasión, así que mi futuro profesional parecía encaminarse hacia ese campo. Sin embargo, como muchos de ustedes, tuve un encuentro que cambió mi rumbo. Fue un encuentro con el Señor, una invitación a estar con Él y, más tarde, a predicar su Palabra. Las palabras que encontramos en el Evangelio de Marcos 3, 13-19, han sido un faro en mi vida, una fuente constante de fortaleza en mi camino hacia el sacerdocio.
Antes de convertirme en sacerdote, siempre busqué al Señor. En Él encontré un amor inagotable, que llena todos los vacíos, un amor que siempre me acoge, a pesar de mis imperfecciones. Él me conoce desde antes de mi nacimiento, mejor que mis propios padres o mi mejor amigo. Él también te conoce a ti, te llama primero para que estés con Él y luego para enviarte como testigo de su amor.
Pero antes de responder al llamado al sacerdocio, debes permitirte estar con Él. Es un tiempo de formación y conexión profunda con el Señor. Es un proceso en el cual, Él te capacitará, te mostrará su amor, te fortalecerá, te empoderará y hará sentir verdaderamente como su hijo.
Una vez que hayas experimentado este amor y vínculo, estarás listo para responder con valentía si te llama al sacerdocio. En ese momento, nada ni nadie podrá apartarte de su amor.
Queridos jóvenes, no teman escuchar la llamada de Dios. Él sabe cuándo y cómo quiere que respondamos. A veces implica renunciar a otras oportunidades, pero el camino del sacerdocio es una senda de entrega y amor, un trayecto que nos llena de una alegría y satisfacción que ninguna otra vocación puede proporcionar. Si sientes este llamado en tu corazón, no estás solo. Dios te espera con los brazos abiertos y te guiará en esta hermosa travesía.
Que nuestras vidas sean testimonio del amor y la gracia que hemos recibido del Señor, y que podamos inspirar a otros jóvenes a seguir su llamado, confiando en que Él nos llevará a donde quiere que estemos.
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