Una experiencia que cambia vidas

A través de un emotivo testimonio, la Licenciada en Psicología, Ana Lucía Quezada López, nos comparte un poco de su experiencia como parte del equipo formador del Seminario Menor en Guadalajara, Jalisco.
una experiencia que cambia vidas

Autor: Lic. Ana Lucía Quezada López

Quiero compartirles un poco de mi historia dentro de Misioneros de Guadalupe (MG). En 2007, me invitaron a ser parte del equipo formador del Seminario Menor, en Guadalajara, abarcando el área de formación humana de los jóvenes seminaristas.

 

Cada día que llegaba a trabajar, era imposible no admirar la belleza del lugar, sus hermosos jardines, el sonido de las aves y su bellísimo árbol de jacaranda en el jardín principal; además,  disfrutaba el trato con los seminaristas, quienes poco a poco se acercaban con más confianza a compartirme sus historias y abrirme su corazón; fue una experiencia incomparable.

 

Lo que en un principio era una imposición: “tomar terapia psicológica”, se iba convirtiendo en un momento esperado  de su semana (como ellos decían), pues ahí podían expresarse abiertamente y trabajar con lo que les estuviera limitando a crecer. Para mí, fue muy enriquecedor ver cómo avanzaban en sus procesos y los sacerdotes encargados nos hacían saber que había mejorías.

 

Cuando estudias psicología, te enseñan que no debes involucrar el corazón en tu trabajo o con tus pacientes. Creo que aquí, por mucho, rompí esa regla, pues con el tiempo, fue imposible no involucrarme, vivir tantos momentos con los chicos y disfrutarlos de cerca, sintiéndonos familia.

 

¡Qué emoción era compartir su toma de sotana!, además de los diferentes convivios, y sentirme la amiga, tía e incluso la mamá orgullosa de sus logros.

 

Cómo olvidar las pláticas y talleres para los papás a fin de año, donde se integraban un poco más con sus hijos, volviéndose incluso más sensibles a sus necesidades y expresándoles sentimientos “que nunca imaginaron”. Eso era realmente conmovedor y me dejó una satisfacción que no alcanzo a describir.

 

Haber sido parte de su formación a lo largo de 13 años se convirtió no sólo en un éxito laboral, sino en la mejor experiencia de mi vida. Hoy, con orgullo, les comparto: soy una “misionera de corazón”.

 

 

Aprovecho para decirles que, gracias a su apoyo, Padrinos y Madrinas, se puede lograr esta formación integral para cada uno de los jóvenes; si bien muchos de ellos no llegan al sacerdocio, es una gran satisfacción ver cómo se convierten en excelentes seres humanos,  y por voz y testimonio de muchos, sé que siempre estarán agradecidos por el trato, el cariño, las aventuras y la gran formación espiritual y humana que los MG les brindaron.

 

Y qué decir de los que hemos visto llegar a ordenarse sacerdotes y diáconos, de quienes  me tocó ser su terapeuta, en el Seminario Menor, y ahora  los veo tan realizados, preparados, virtuosos, respetuosos; no puedo evitar sentirme feliz y orgullosa de su crecimiento al decidir dar su vida a Dios a través de esta bellísima vocación. Me siento honrada, incluso, de ser amiga de algunos de ellos.

 

Si me lees y tienes la inquietud de ser un joven misionero, ojalá te des cuenta de que estar aquí es divertido, enriquecedor y formador; además, estás acompañado de mucha gente que se prepara todo el tiempo para dar lo mejor en tu formación.

 

¡Anímate a vivir la experiencia más divertida y enriquecedora de tu vida, Dios te busca!

 

Acércate al Centro de Orientación Vocacional de los Misioneros de Guadalupe:

CENTRO

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SURESTE

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OCCIDENTE

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