Unión y fe en la Misión de Hong Kong

Desde la Misión de Hong Kong, el P. Gabriel Altamirano Ortega, MG, comparte cómo se da la unión y el trabajo colaborativo, a pesar de las diferencias entre idiomas y culturas.
Unión y fe

Autor: P. Gabriel Altamirano Ortega, MG

“Que ellos también sean uno… 

para que el mundo crea” (Jn 17, 21)

 

Queridos bienhechores, familiares y amigos de Misioneros de Guadalupe. Comparto con ustedes parte de mi experiencia pastoral en Hong Kong, en la Parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, donde estuve de 2018 a 2022. Antes, presento algunos datos que ayuden a entender las circunstancias.

 

Eclesiásticamente, Hong Kong es una sola diócesis. El presbiterio está integrado por 63 sacerdotes chinos y tres de otras nacionalidades, incardinados a la diócesis; con ellos colaboramos 148 sacerdotes de diversas congregaciones religiosas y sociedades misioneras, entre los cuales estamos ocho Misioneros de Guadalupe. De las 52 parroquias que hay, solo 19 tienen un párroco chino, 33 son encomendadas a sacerdotes de otras nacionalidades. Por ello, sacerdotes que llegan a Hong Kong de otros países y comunidades religiosas tienen que integrarse en los equipos de trabajo.

 

Esto es lo que me tocó vivir en los cuatro años que estuve en dicha parroquia, donde el equipo pastoral fue siempre internacional. Formaron parte de él, en un tiempo o en otro: el P. Ambrosio Mong, sacerdote exdominico recién incardinado a la diócesis, originario de Singapur; el P. Domingo Phu, religioso de la Orden de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús, originario de Indonesia; el P. Salvador Rojas, MG, de México; el P. Pedro Pablo Dossi, del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, Italia; el P. Cristóbal Chor, sacerdote exdominico recién incardinado a la diócesis, originario de Hong Kong, y finalmente, el P. Francisco Xavier Wong, sacerdote diocesano de Hong Kong. Asimismo, contamos con un diácono permanente, Carlos Chu, y la hermana Madalena Lau, misionera franciscana de María, ambos de Hong Kong.

 

La comunidad parroquial se conforma, en su mayoría, por chinos de habla cantonesa; además de un buen número de fieles atendidos con el idioma inglés: filipinos, cuya lengua materna es el tagalo, pero hablan inglés; fieles del sudeste asiático, Sri Lanka, la India; y también de Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países.

 

Como pueden ver, el equipo pastoral no contó, en esos cuatro años, con sacerdotes cuya lengua materna fuera el inglés, ni los primeros dos años con quienes tuvieran el cantonés. Así que el primer paso fue dejar claro que los servicios, tanto los que requerían el inglés como los que requerían el cantonés, debían ser atendidos por todos los miembros del equipo en forma equitativa. Debo decir que hubo un esfuerzo por superar los problemas del idioma y la respuesta del equipo fue muy positiva.

 

Acordamos también que, entre nosotros, utilizaríamos ordinariamente el cantonés, tanto para las juntas formales como para los actos de la vida de comunidad. En los últimos meses de mi estancia en la parroquia, llegó a vivir con nosotros el P. Tomás Lee, sacerdote perteneciente a la Sociedad de Misiones Extranjeras de Corea, que estudiaba el cantonés en la Universidad China de Hong Kong. El hecho de comunicarnos en cantonés le ayudaba a practicar lo estudiado, aunque cuando preguntaba algo a quienes también tuvimos que estudiar el idioma, siempre le recomendamos no confiar en las respuestas y preguntar a los nacidos en Hong Kong.

 

Considero esta experiencia parte importante del anuncio del Evangelio. Sacerdotes de nacionalidades y mentalidades diversas tenían que “ser uno”, integrarse en un equipo que anunciara y fuera el signo de lo que será, en su consumación, el Reino: la comunión de gente de toda raza y nación que, habiendo aceptado a Jesús, muerto y resucitado, como Señor y Salvador, se integran a Él y por Él como su cuerpo, en la Iglesia. El esfuerzo por integrarnos tenía como base el Evangelio que queríamos anunciar.

 

Queridos bienhechores y amigos, puede haber muchas diferencias entre quienes hemos recibido el don de la fe, pero debemos recordar que con la fe hemos recibido el don de la unidad, para aceptarla, vivirla y hacerla fructificar entre todos.

 

 

 

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