El acompañamiento de la juventud hoy en día

¿Cómo es la formación actual de los jóvenes? El P. Miguel Ángel Ramírez Flores, MG, nos comparte su experiencia ayudando a los jóvenes a discernir sus inquietudes vocacionales.
El acompañamiento de la juventud hoy en día

Autor: P. Miguel Ángel Ramírez Flores, MG

 

“Queridos jóvenes, los necesitamos, necesitamos su creatividad, sus sueños y su valentía, su simpatía y sus sonrisas, su alegría contagiosa y también esa pizca de locura que ustedes saben llevar a cada situación, y que ayuda a salir del sopor de la rutina y de los esquemas repetitivos en los que a veces encasillamos la vida…”, dijo el Papa Francisco en su encuentro con los jóvenes en Awali, Bahrain.

 

Hoy en día, la juventud suele estar distraída por los ruidos que el mundo le ofrece, pero es importante que los jóvenes se den cuenta de lo que representan para la Iglesia y la sociedad.

 

Tuve la oportunidad de participar como seminarista en la Misión de Hong Kong y mientras estaba en el estudio de la lengua, comencé mi relación más directa con los jóvenes que estudiaban conmigo, conociendo su forma de ser y actuar.

 

Conforme pasaba el tiempo, me percaté de que la mayoría se preocupaba por sobresalir en sus estudios, ser alguien importante en la vida, tener dinero y trabajar hasta conseguir lo que querían, pero vaya sorpresa que me llevé al saber que la religión es algo innecesario para ellos, al menos así lo manifestaban.

 

Todos los días participaba de la Eucaristía y ahí pude ver el otro lado de la moneda: los jóvenes católicos, que eran entregados al servicio de sus parroquias, tanto los monaguillos, como los grupos juveniles y la legión de María; jóvenes que con su ejemplo y testimonio pueden mostrar a los demás que, mientras se está con Dios, la vida es más llevadera y feliz.

 

Conforme pasaba el tiempo, ingresé al seminario diocesano de Hong Kong para continuar mis estudios de Teología, siendo el único extranjero en una comunidad de nueve seminaristas, más el equipo formador y los obispos. Indudablemente, la manera de ver la realidad juvenil dentro del seminario era distinta para todos; para algunos, era tan normal que los jóvenes, al estar en las parroquias, simplemente sirvieran porque el párroco se los pedía; para otros, incluyéndome, son parte fundamental en la parroquia, para los grupos y en la pastoral, ya que son los que dan vida y ánimo a los demás feligreses, como dice el Papa Francisco: que los jóvenes, con esa pizca de locura, ayuden a salir del sopor de la rutina.

 

En el trabajo pastoral semanal que realizaba mientras estudiaba Teología, el trato directo con los jóvenes fue una de las labores más gratas; aprendí de ellos que el servicio a los demás y el altruismo con alegría es parte esencial del discípulo que lleva a Dios a los que lo necesitan. Así pues, trabajar con los jóvenes es un reto innegable, pero muy enriquecedor.

 

En 2021, regresé a la patria para ser ordenado sacerdote, y el Superior General y su Consejo me pidieron apoyar en la formación de los seminaristas menores, servicio que con agrado acepté y, al poco tiempo, estuve al frente de esta formación como vicerrector. Sin duda, la formación sacerdotal es recordar que con gratitud y alegría la Iglesia vive su misión de evangelizar en todos los tiempos. Dios convoca a quienes quiere hacer partícipes de la misión de su Hijo en el orden del presbiterado y la Iglesia, los reúne en los seminarios a fin de capacitarlos para enfrentar los retos que el discipulado y la misión les exigen.

 

La formación en el Seminario Menor ha sido un continuo formarme también, ya que, como dicen las Normas Básicas para la formación sacerdotal: “el Seminario Menor es una comunidad eclesial educativa destinada a la formación cristiana de adolescentes y jóvenes con indicios de vocación al sacerdocio ministerial. Su finalidad es proporcionar elementos de formación humana, espiritual, intelectual y apostólica en un proceso de acompañamiento y discernimiento vocacional, para que respondan al llamado de Dios, mediante una opción libre, consciente, responsable y gozosa”.

 

Hasta este momento, el acompañamiento que he dado a los seminaristas ha sido de mucho aprendizaje, he puesto en práctica elementos aprendidos en la Misión de Hong Kong, y aunque es otra cultura, los jóvenes de allá y los del seminario comparten una esencia: la entrega total al servicio de los demás; como seminaristas, han sido llamados a ser imitadores de Cristo y entregarse con amor, en el entendido de que su juventud es importante para ser el cambio que nuestra Iglesia necesita, con su creatividad y valentía, dar un “sí” generoso a Dios en la entrega diaria.

 

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