Autor: Lic. Carlos Pérez Landeros
Mi nombre es Carlos Pérez Landeros y soy profesor de Ética en el Bachillerato de la Universidad Intercontinental (UIC), institución académica fundada por los Misioneros de Guadalupe, donde, por vocación, he logrado compartir mi vida para la enseñanza de nuestros jóvenes. Por esto mismo, queridos Padrinos y Madrinas, quiero compartirles que acompañar a los jóvenes no es nuestra obligación, pero sí se convierte en nuestra mayor responsabilidad; muchos de ustedes tienen hijos e hijas saben lo que es preocuparse por su bienestar y educación, en elegir las estrategias educativas, las palabras y las acciones para que los jóvenes sepan tomar decisiones para su bien, estar ahí y hacer presencia ante sus inquietudes y curiosidades; por ello, acompañarlos se convierte en un arte y, a su vez, en un don que Dios nos regala.
Cuando un joven se pierde en los excesos, se puede entender mucho del núcleo familiar, ya que no hay quién lo acompañe; algunos otros tienen inquietudes por una vocación religiosa, pero tal vez no existe quién pueda disipar sus dudas, incluso al pensar en el matrimonio, se dan por asentadas muchas cuestiones, sin tener respuestas debido a que el acompañamiento no se realiza entre personas cercanas, sino mediante lo que informan los medios de comunicación.
En todos los años que he sido docente, siempre he visto incertidumbre e inquietudes en los jóvenes: muchos sienten miedo de decidir; otros, se arriesgan a vivir lo que creen mejor para sus vidas, algunos más tienen dudas y otros, están menos preocupados por lo que les espera en el futuro; sin embargo, todos, de manera indirecta, gritan al unísono: “¡Los jóvenes estamos aquí!”; piden ser acompañados, escuchados, y Dios nos enseña ese arte para ser presencia entre sus jóvenes, no como obligación, pero sí como responsabilidad. El Centro de Orientación Vocacional (COV) puede recibir a muchos jóvenes y, durante un fin de semana, podrán encontrar respuestas; lo valioso de este acompañamiento son las personas que viven con la fe y esperanza de que las vocaciones a la vida religiosa se siembran y acompañan en silencio, no se necesitan grandes discursos, solo un testimonio que haga presencia en ellos, respondiendo a estas generaciones que Dios los escucha.
Los jóvenes buscan respuestas y Dios responde a través de momentos y personas; seamos parte de los que creen en el arte de acompañar, que se maravillan y asombran por mostrar las respuestas a las nuevas generaciones; seamos promotores de esperanza con gente convencida que apuesta, escuche y acompañe a los jóvenes de nuestro mundo.
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