La cultura vocacional

El P. Enrique Hernández Torres, MG, responsable de las vocaciones extranjeras en Norte y Centroamérica, nos motiva a seguir construyendo una cultura vocacional que apoye a los jóvenes a encontrar su camino en la vida.

Autor: P. Enrique Hernández Torres, MG

 

Estimados Padrinos y Madrinas, les escribo para motivarlos y animarlos a seguir orando por el aumento de las vocaciones sacerdotales misioneras, pues como Instituto, cada año nos estamos volviendo más viejos y los relevos que llegan no son suficientes para continuar con nuestros compromisos misioneros.

 

Me vienen a la mente las palabras de san Pablo a los Romanos: “¿Cómo invocarán al Señor sin haber creído en Él? ¿Y cómo podrán creer en Él si no han oído hablar de Él? ¿Y cómo oirán si no hay quien lo proclame?” (Rm 10, 14).

 

La crisis vocacional que estamos viviendo dentro de la Iglesia y de nuestro Instituto nos está afectando. Ahora hay menos vocaciones. ¿Qué está pasando? Hace algunos años nuestras casas de formación estaban llenas; hoy, tenemos casas grandes y muy pocos alumnos.

 

Muchas pueden ser las causas; sin embargo, es claro que nos encontramos con una forma de pensar en donde la sociedad plasma un hombre sin vocación; es decir, que no se plantea el sentido vocacional de su vida. Nuestros jóvenes son hijos de su tiempo y, por tanto, ya no se plantean el sentido de su vocación, se sienten desorientados, con grandes dificultades para ubicarse, sin identidad ni raíces, con la tentación del éxito fácil y de la riqueza, olvidando el compromiso con una vocación que perdura.

 

Esta realidad que vive especialmente el joven postmoderno, no puede dejarnos con los brazos cruzados, lamentándonos. Al contrario, esto que nos preocupa debe interpelarnos y hacernos reflexionar sobre qué podemos hacer para contrarrestar esas ideologías que atacan lo más esencial del joven: su vocación.

 

Podríamos hacernos esta pregunta: ¿Cómo impulsar una “cultura vocacional” de manera que todos nos sintamos comprometidos a motivar la vocación de nuestros muchachos?

 

Esto es lo primero que debemos hacer, tomar conciencia de que todos, como bautizados, somos responsables de fomentar las vocaciones dentro de la Iglesia: orar por ellas y sostenerlas. Es fundamental comenzar por nosotros mismos. Mientras estemos enfocados en nuestras necesidades, como si fueran el centro del mundo, difícilmente seremos generadores de vida-vocación. Insertar en el corazón de nosotros esta cultura vocacional es lanzarnos en una tarea que nos supera, pero que sabemos descansa en Dios, como lo dijo el profeta Jeremías: “Les daré pastores según mi corazón” (Jr 3, 5).

 

De igual manera, bien pudiera ser mediante la acción coherente y testimonial de cada uno de nosotros. Es desde la alegría y entusiasmo, autenticidad y vida concreta, con capacidad de contagio de nuestra vocación, que estamos invitados a crear una “cultura vocacional” en donde estemos: familia, colegio, parroquia, universidad, misión…

 

 

Todos somos responsables de fomentar la vocación, especialmente la vocación a la vida sacerdotal. Si somos conscientes de nuestro compromiso, no podemos dejar este trabajo solo a los sacerdotes y religiosas que han sido asignados a esta labor. Es necesario por parte de todos desarrollar una atmósfera favorable para que los jóvenes puedan encontrar espacios propicios en donde puedan discernir con más claridad y cuidado su propia vocación.

 

Si todos los bautizados somos responsables de fomentar la vocación sacerdotal, ¿qué estoy haciendo yo para llevar a cabo esta cultura vocacional de forma más concreta dentro de mi familia?

 

Los invito para que siempre oremos por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. “Manda oh Jesús, obreros a tu mies, que esperan en todo el mundo a tus apóstoles y sacerdotes santos, a los misioneros heroicos, a las religiosas amables e incansables. Enciende en los corazones de los jóvenes y de las jóvenes la chispa de la vocación. Haz que las familias cristianas quieran distinguirse en dar a tu Iglesia los cooperadores y cooperadoras del mañana”. Amén.

 

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